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Esa noche, José Luis llega exhausto a su casa junto a su hijo. Había pasado toda la tarde buscando un regalo para su esposa, quien cumpliría años el día siguiente. El empresario no tenía ideado encontrarle un presente muy especial, pero Lucho estaba empeñado en que a su madre debían regalarle cosas realmente rebuscadas para su gusto. Sin embargo, al llegar a la casa, Eleonora no lo estaba esperando específicamente feliz.

– ¡Ya llegamos, ma!– grita Lucho.

– ¿Y ustedes dónde andaban?– dice de brazos cruzados.

– Necesitábamos una tarde juntos– dice José Luis dejando su saco sobre el sofá.

– José Luis ¿Podemos ir a tu despacho a hablar?

– Estoy cansado, mujer– se echa en el sillón– Mañana hablamos.

– ¡Ahora!– grita dejando a José Luis y su hijo sorprendidos.

Eleonora comienza a caminar hacia el despacho y José Luis, bastante desconcertado, se levanta del sofá para ir detrás de ella, no sin antes mirar a Lucho pensando que quizás el podría haberle dicho algo sobre Altagracia.

– A mi no me mires, yo no le he dicho nada.

El empresario sigue a su esposa y se encierra en el despacho con ella. 

Eleonora toma unos papeles que se encuentran sobre el escritorio y se los tira en el pecho a José Luis.

– ¿Qué carajos te sucede?– dice al verla tan agresiva.

– ¿A qué nueva amante estás manteniendo?

– ¿Qué?– pregunta sin entender nada.

– Ahí esta la prueba, ya deja de mentirme, José Luis.

– Tu de verdad que estás loca, Eleonora...

Navarrete toma los papeles y los mira. Eran sus cuentas del banco. Al parecer su esposa desconfiaba tanto de él que había tenido que ir al banco a revisar sus movimientos, encontrando grandes sumas de dinero eran retiradas mensualmente causando en Eleonora fuertes sospechas.

– ¿Por qué hiciste esto?– pregunta el empresario.

– ¿Eso es todo lo que dirás?– dice indignada– José Luis ¿A quién le estás dando dinero? 

– A nadie...– deja los papeles sobre el escritorio.

– ¡¿A nadie?! ¿Quién es esa mujer? ¡Dímelo, José Luis! ¿Es Altagracia?

El nombre de la doña causa un impacto inmediato en el empresario y mira a su esposa con el ceño fruncido.

– ¿Qué te hace pensar que Altagracia es mi amante?

– Pues la tienes todo el tiempo contigo, José Luis, y es sabido como se aprovecha de los hombres para quitarles todo.

– ¿Te das cuenta de hace cuántos años que yo hago esto?– le señala los papeles– Altagracia lleva ¿cuánto? ¿Un mes, mes y medio trabajando conmigo? ¡Piensa un poco, mujer! Además, ella no es una mujer mantenida como...

– ¿Cómo yo? ¿Eso querías decir?

– ¡Si! ¡Que no haces más que estar aquí echadota pensando en que bobada vas a enseñarle a los empleados el próximo mes! ¡Y tú no tienes nada que reclamarme si tengo o no una amante!– la señala con el dedo– ¿O acaso se te olvida el pendejo con el que me estuviste engañando por años, Eleonora?

La esposa del empresario se queda inmóvil frente a él. Había pasado más de un año desde que José Luis se había enterado de la infidelidad de su mujer y ni las terapias de pareja ni los intentos de ella por hacer que la perdone habían logrado algo. 

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora