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– Buenas noches, Altagracia– le sonríe– ¿Puedo pasar?

– Felina...– la mira algo sorprendida– Claro– le hace un espacio para entrar– Pasa.

– Gracias, socia.

La morena entra a la sala del departamento y Altagracia cierra la puerta detrás de ella para luego mirarla de brazos cruzados.

– ¿Cómo supiste donde estaba viviendo?

– No me subestimes, Altagracia– le sonríe– Pero tranquila, es una visita cordial– toma asiento en el sofá– Amado me pidió que hablara contigo para ver lo de nuestros negocios y como no nos dimos nuestros números de teléfono no podía llamarte. 

– ¿Si era Matamoros, mamá?– dice Mónica entrando en la sala.

– Ay tan bella tu hija, Altagracia– se pone de pie y la abraza para saludarla.

– Carmen– dice en el abrazo cálido que le daba la nueva amiga de su madre– ¿Cómo estás?– dice viéndola ahora a los ojos. 

– Bien, aquí ando visitando a tu mamá– dice sosteniendo sus manos mientras mira a Altagracia.

– ¿Te quedarás a cenar?– pregunta la pequeña Sandoval.

– No quiero importunar...– mira a ambas.

– Está bien, Fe...Carmen– sonríe finalmente– Quédate con nosotras– dice la doña.

– Gracias– le sonríe.

Las tres entran en la cocina y mientras Mónica se encarga de terminar con la comida y servir los platos, la pareja de socias toma asiento en la isla para comenzar a charlar.

– ¿Te parece si hablamos luego de los negocios?

– Claro– dice entendiendo que no quería abundar en el tema frente a su hija– Te ves algo cansada ¿Te tocó hacer mucho hoy?

– No sabes– dice Mónica sirviendo los platos– Tuvo que quedarse tooodo el día trabajando con Navarrete.

– ¿Cómo?– mira a Altagracia.

– Lo que sucede es que ¿recuerdas el dinero que...?– le hace una ceña con las cejas.

– Si, si. Contame.

– Bueno, no quiso recibirme ni un peso– comienza a servir el vino en las copas.

– Ay pero ¿Por qué?– pregunta extrañada.

– Porque dice que no quiere que le pague de esa manera...

– Que quiere que le pague con...– Mónica mueve las cejas y ríe causando el mismo efecto en Felina.

– ¡Mónica!– la reprende– Eso no es así.

– Yo solo digo– se encoge de hombros y bebe de su copa.

– ¿Y no es lo que quiere?– pregunta su socia.

– N-no...– dice con algo de duda– Quiere que trabaje para él, humillarme como siempre soñó hacerlo.

– ¿Eso te dijo?– pregunta la pequeña Sandoval aún masticando algo de carne.

– No exactamente– remueve un poco las verduras de su plato– Me dijo que quería mi experiencia para ayudarlo a recuperar el estatus que tenía la constructora cuando estaba en mis manos, pero estoy segura que lo que quiere es humillarme.

– O llevarte a la cama– dice la Felina dejando a ambas boquiabiertas.

– Eso no es así– toma su copa y bebe un sorbo de vino intentando así evitar la mirada de su hija y de su socia.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora