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Cuando Altagracia llega a la sala donde todos se encontraban, apenas entra la notan. Ella se acerca a ellos.

– ¿Has visto a mi marido?– pregunta Eleonora sabiendo perfectamente que su "marido" se encontraba persiguiendo a la doña por la casa.

– No– la mira– no lo he visto– miente.

– Ah– dice Mónica al verlo llegar por el pasillo– Ahí viene.

El empresario venía intentando disimular una sonrisa y la humedad en los labios que le dejó aquel beso.

Se acerca a la gran disfuncional familia.

– ¿Pasó algo?– pregunta al ver la expresión incómoda de Eleonora en el rostro.

– Bueno– dice Altagracia escapando de aquella situación– Yo creo que ya debemos irnos. Es tarde y mañana saldremos temprano.

– Oigan, pero ¿Cómo le haremos?– pregunta Lucho– ¿Las pasaremos a buscar?

– Si– dice José Luis– Mañana las pasamos a buscar, así llegamos todos juntos.

– Me parece bien– responde Altagracia.

Eleonora, solo observaba como su familia de pronto parecía ser la de Altagracia. Hacían planes, eran cómplices y probablemente luego de este fin de semana se unirían aún más.

– Bueno, luego se ponen de acuerdo– dice Regina– Yo si debo irme, la verdad. Mañana debo estar temprano en la fundación.

– Claro, vayan, no hay problemas. Yo te llamo luego, Altagracia– dice el empresario deseoso de continuar hablando con ella.

La doña asiente suavemente con la cabeza y se acerca a Lucho para despedirse. Lo mismo hace el resto de su familia con el joven y su madre.

Mientras Regina y Mónica se despiden, Altagracia aprovecha para acercarse a José Luis y decirle adiós.

Se acerca a él e intenta besar su mejilla, pero Navarrete, sin culpa alguna, besa la comisura de sus labios, por lo que Altagracia rápidamente se aleja del empresario.

– Eres un descarado, Navarrete– le dice en voz baja.

José Luis le guiñe el ojo haciéndola sonreír.

Afortunadamente, nadie vio lo sucedido, pero a esas alturas, al empresario eso ya lo tenía sin cuidado.

Las Sandoval se van y Lucho inmediatamente sube a su cuarto dejando al matrimonio a solas.

El moreno va hacia la cocina y abre el refrigerador para sacar una botella de agua, pero cuando se voltea encuentra a su mujer de brazos cruzados mirándolo.

– ¡Chingue su madre!– dice luego de dar un salto por el susto– Eleonora, no me asustes así.

– Necesitamos hablar, José Luis.

– ¿De qué?–  destapa la botella y bebe un sorbo– Si es sobre la sociedad con Altagracia– le pone la tapa nuevamente– no voy a discutirlo contigo.

– ¿Qué hacías cuando te desapareciste?

– ¿Cuándo me desaparecí?– pregunta sin entender mientras sale de la cocina.

– Cuando Altagracia también desapareció. No te hagas el estúpido– lo sigue.

– No sé de qué hablas, mujer– continúa hacía la sala haciéndose el desentendido.

– Sabes muy bien de qué te hablo ¿Me estás engañando con esa mujer?

– Yo no soy el infiel en este matrimonio, Eleonora– se detiene a mirarla– Pero si tuviera algo con ella, pues te aguantas así como me tuve que aguantar yo ¿O ya lo olvidaste?

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora