Tu Obsesión

COMENZÓ LA FARSA

Luego de algunas horas, la "familia" llega a la hacienda de los Zimmerman, quienes los esperaban ansiosos de pasar ese fin de semana conociéndolos mejor.

– Los estábamos esperando– dice el alemán dándole un abrazo de bienvenida a José Luis.

– Nos tardamos tantito, pero ya estamos aquí– dice el empresario soltando a Hans para luego saludar a su mujer.

Luego de una cálida bienvenida los hacen pasar a la casa donde Mónica queda deslumbrada ante el lujo de aquella propiedad. Pocas veces había tenido oportunidad de estar en un lugar así de grande y con tal elegancia.

– Está bien padre...– dice la joven mirando todo a su paso mientras los llevan a su cuarto.

– ¿No ha visto tu hacienda?– le pregunta el empresario en voz baja a la doña.

– Solo un poco. Por fuera, no conoce mucho más de la casa.

– Pues deberías llevarla.

– Lo voy a hacer– le sonríe.

– Bueno, aquí van a dormir los chicos– dice Fernanda señalando la habitación– ¿No les molesta dormir en el mismo cuarto?

Los jóvenes se miran y luego miran a sus padres.

– Son como hermanos ¿No?– dice Zimmerman– Deben de estar acostumbrados.

– Bueno, ahí pueden dejar sus cosas mientras vamos a mostrarles el cuarto a sus papás– continúa la esposa del alemán.

– Gracias– dice Mónica y Lucho le sigue luego agradeciendo al matrimonio.

Algunos metros más apartado del cuarto de los jóvenes se encontraba el que ocuparían Altagracia y José Luis. Se veía bastante amplio y cómodo para ambos. Tenía un ventanal enorme que daba directo a la alberca.

– ¿Les gusta?– pregunta Hans.

– Está perfecto, gracias– dice Altagracia con una sonrisa.

– Vamos a disfrutar nuestra estadía aquí– agrega Navarrete.

– Es la idea– dice Zimmerman– Bueno, los dejamos unos minutos para que se instalen y nos vemos luego en el jardín ¿Les parece?

– Claro, gracias Hans– dice la doña.

Cuando el matrimonio se aleja, José Luis aprovecha de cerrar la puerta y se acerca a la rubia por detrás abrazándola con ternura mientras apoya su mentón en el hombro de Altagracia.

– ¿Cómo supiste que mi color favorito era el azúl?

Altagracia sonríe y acerca su mano a la mejilla del empresario para hacerle una ligera caricia.

– Yo también observo, José Luis. No eres el único.

El la gira para verla de frente y toma de su cintura con firmeza.

– ¿Ves que igual me quieres cerca? Te haces la fría, pero tu piel me quema cada vez que te toco.

– José Luis...– le mira los labios inconscientemente– No empieces ahorita.

– ¿Por qué no?– roza sus labios con los suyos– ¿Qué te da tanto miedo, Altagracia? ¿Eh?

La doña estaba aterrada de sentir amor. La vida le había jugado muy malas pasadas con ese sentimiento absurdo e iluso, por lo que ahora no se sentía capaz de lidiar con ello.

– Vamos ¿Si?– dice soltándose del agarre del moreno– Pasemos a ver si están los chicos en el cuarto.

– Ta bien– dice resignado al verla abrir la puerta del cuarto.