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– Saúl...¿Qué haces aquí?– pregunta sorprendida.

– Me vengo a hacer cargo de tu caso, Altagracia– se acerca a ella– No voy a dejar que te lleven a la cárcel.

Altagracia lo queda viendo sorprendida. No sabía que decir o hacer. La situación era muy extraña, muy incómoda, pero en ese momento no estaba en condiciones de rechazar su ayuda.

– ¿Cómo supiste que estaba aquí?

– No quiero alarmarte, pero estás en cada noticiero.

– ¡Hijo de...!– se contiene– Esto debe de ser culpa de Navarrete, él es el único que pudo haberme delatado con la policía– se sienta nuevamente en la cama.

– ¿El sabía que estabas en México?– se sienta a su lado.

– Si– lo mira– Lo fui a ver a una fiesta. Quería hacerle ver que yo venía a recuperar mi empresa y...

– Pero Altagracia– la interrumpe– Te pusiste en evidencia y en un peligro tremendo. No debiste haber hecho eso.

– Lo sé, ya no me regañes ¿si?

– Tienes que dejar de hacer cosas como si nada repercutiera en tu futuro. Deja de creerte una justiciera– le toma la mano– Necesito que te enfoques en hacer las cosas bien.

– ¿Me ayudarás a salir de aquí?

– Haré todo lo que esté en mis manos, te lo prometo. Pero necesito que me hagas caso y no hagas más locuras, por favor.

– Voy a intentarlo– le sonríe.

– ¿Necesitas que te traiga ropa? ¿Algo?

– Si, por favor. No quiero estar así todo el tiempo. Y necesito igual que le traigas cosas a Matamoros. Ayúdalo a salir también, por favor– le ruega sin soltar sus manos.

– Lo de él está bien complicado Altagracia. Me encargué de revisar su expediente y es un sicario más en este país.

– No digas eso– lo suelta– Matamoros actuó siempre bajo mis órdenes y no es ningún sicario. Todo lo que el pudo haber hecho fue para protegerme– se pone de pie y le da la espalda.

– Lo sé– se acerca a ella y acaricia su brazo– Discúlpame.

– Saúl– se gira para verlo a los ojos– El y Mónica son todo lo que tengo. Por favor, no lo dejes solo. O busca un muy buen abogado, yo pago lo que sea al salir de aquí.

– Está bien, tranquila, no lo voy a dejar aquí. Ahora voy a ir a pedir la autorización para que dejen entrar a Mónica con tus cosas.

– No, Saúl. No quiero a Mónica aquí. Este no es un lugar para mi hija.

– Se va a molestar cuando sepa que no puede venir.

– Invéntale lo que sea, pero no dejes que me vea aquí, por favor, Saúl.

– Está bien– pasa su mano delicadamente por su mejilla– Haré todo lo posible para darte lo que necesites...esta vez si.

La rubia lo mira sorprendida al entender que no se refería solo a lo judicial. Al verlo dispuesto a todo por ella se decide a hacerle una última petición.

– Necesito tu ayuda con algo más.

– Claro, dime.

– Cuando te vayas a pedir la autorización ¿podrías dejarme tu teléfono por unos minutos? Quiero llamar a mi hija.

– Ay Altagracia– su rostro denota su nerviosismo– Me pides cosas muy complicadas.

– Por favor, Saúl– se acerca peligrosamente a él– Necesito que ella sepa de mi boca que estoy bien– le mira los labios– Por favor...

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora