La distinguida Altagracia Sandoval es perseguida por la policía de México por haber asesinado a 5 hombres a sangre fría.
Luego de ver como su hija se casaba con el hombre que ella amaba, decide huir y se lanza al mar esperando acabar así con su vid...
– Disculpa– dice Saúl mirando a José Luis, quien acababa de entrar por la puerta.
– Déjame solo con ella– ordena con un tono de voz completamente seco.
– Oye, no es para que te pongas así– dice el abogado a la defensiva.
– Saúl, vete, por favor– dice la doña– Luego hablamos bien.
– Mmm..– duda– Está bien– dice mirando a la ojiverde– Con permiso.
El abogado pasa por al lado del empresario y sale rápidamente de la oficina.
José Luis se acerca a Altagracia con las manos en los bolsillos y mirando hacia el piso.
– Navarrete, sé que no era el lugar, pero...
– ¿Tienes algo con ese abogaducho?– pregunta clavando la mirada en sus ojos.
– ¿Disculpa?– pregunta confundida.
– Me oíste– se acerca más a ella– ¿Tienes algo con el?
– Ese...– se acerca peligrosamente a él– no es tu problema, Navarrete– dice repitiendo las mismas palabras que el le había respondido el día anterior.
– Es que ese si es mi problema, Altagracia– levanta la barbilla intentando así hacerle ver que era la autoridad.
– No me digas– ríe.
– Eres mi empleada, y todo lo que hagas en mi empresa es mi problema. Así es que te pediré que si quieres tener un encuentro sexual con los tipos a los que frecuentas vayas a un motel.
De inmediato la doña levanta la mano para darle una bofetada por haberla ofendido de esa manera, pero rápidamente el empresario sostiene su muñeca y evita que ésta lo golpee.
– No nos vamos a llevar así ¿Verdad?– dice bajando la mano de la rubia.
– Eres un imbécil, Navarrete.
– Mira, Altagracia, yo no vine a pelear contigo, pero no me gusta que andes de amores aquí en mi constructora.
– No ando de amores como dices tú, José Luis. Estas son cosas que escapan de mis manos.
– Pues trata de que no se te escapen– dice serio.
– Bueno ¿y a qué venías?– dice tomando asiento nuevamente en su escritorio.
– Quiero que contactes tú al alemán ese para concretar una cita.
– ¿Yo?– ríe– Yo no soy tu secretaria, Navarrete– se enfoca en su teléfono.
– Pero trabajas para mí y necesito que tu lo contactes. Quiero que concretes una cita para los tres, te guste o no.
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