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Cuando Altagracia llega al departamento se encuentra a Mónica en la sala con un vaso de tequila en compañía de la Felina. La doña se sorprende ante la presencia de su socia en su hogar, sobre todo luego de que estuvo a punto de tener problemas con Amado por culpa de ella.

– ¿Qué haces aquí?– dice acercándose.

– Mamá, no seas grosera– se pone de pie para saludarla y le da un beso.

– Quería hablar contigo, Altagracia– se acerca a la rubia.

– Ya hablaste con Amado ¿Verdad?

– Si, y venía a pedirte disculpas por haber provocado esa situación tan incómoda entre ustedes. No pensé que el malinterpretaría todo.

– ¿Estás segura que no lo hiciste con mala intención?– deja el bolso en el sofá.

– Te lo prometo, Altagracia– dice mirándola a los ojos– Yo no traicionaría a nadie que me ha dado su confianza.

– Mm..está bien, Felina, pero no vuelvas a comentarle nada a el ni a nadie de las cosas que ocurren conmigo. Yo tampoco soporto a los traicioneros– dice en un tono amenazante.

– Lo sé, pero no te preocupes por eso, en serio.

– ¿C-cómo que Felina?– pregunta Mónica bastante confundida.

La pareja de socias se mira ante la pregunta de la joven Sandoval sin saber que contestar. Altagracia la había llamado por su apodo frente a su hija sin percatarse. Todo el país sabía quien era la Felina más nadie conocía su verdadero rostro, hasta ahora.

– Hija...– dice la doña– Lo que sucede es que...

– Tu eres...– mira a la morena ignorando por completo a su madre– eres...¿ella? 

– Ay...si, corazón– dice la Felina– Soy yo.

– ¿Y por qué me mintieron?– mira a Altagracia.

– Mónica, yo no quería que te vieras involucrada en este mundo– le toma las manos– Te dije que mi mundo no era para ti.

– ¿Estás metida con el narco?

– No, no es con eso, es...

– Es lavado de dinero, Mónica– dice la Felina– Pero vos no te preocupes, que tú mamá no hace nada ligado con el narcotráfico, la que hace las cosas más peligrosas soy yo.

– ¿Y tu amigo?– vuelve a mirar a Altagracia– ¿También está en ésto?

– Si– dice algo incómoda– El es hermano de...– inhala profundo– de Aurelio Casillas.

– ¡No manches! ¡No-manches!– se tapa la boca y se sienta en el sofá.

– Perdóname, hija– se sienta a su lado y acaricia su cabeza– Es que no quiero ponerte en peligro.

– ¿Tu tienes algo con él?– la mira.

Altagracia mira a la Felina como si le estuviera rogando algo de ayuda. La situación era bastante incómoda y tener que contarle a su hija que solo estaba acostándose con él no era algo fácil de decir.

– Dime algo– insiste Mónica.

– Es algo complicado...

– Entonces si ¿Lo quieres? ¿No te da miedo meterte con un narcotraficante?

– Es que no es algo serio, Mónica– se pone de pie– Solo es algo...casual, sin importancia.

– Amado solo calienta su cama de vez en cuando– añade la colombiana.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora