16

963 86 158
                                    

– Ustedes me dan todo su dinero, su oro y yo se los lavo ¿Cómo ven?

– No lo sé ¿Cómo sé que no me estafarás con mi dinero?

– Solo te queda confiar...

– Diana– le dice Amado al oído– Te aseguro que con Altagracia recuperarán mucho dinero. Ella es muy buena en esto, tiene experiencia.

– Vamos güerita...ay, perdón, Diana– sonríe– No perderás nada conmigo.  

– Está bien– la mira– Pero si me engañas te voy a buscar y...

– No me amenaces que no me da miedo, Diana. No me intimidas, aquí las dos nos estamos haciendo un favor.

– Bueno– dice Ismael– Entonces ya todo listo. Yo te entrego nuestro oro y comenzamos a invertir.

– Perfecto– le sonríe.

Finalmente, le entregaron todo el dinero y oro a Altagracia para comenzar a formar esa cadena de constructoras por todo el país y así regresar a Ciudad de México para estar con su hija y comenzar a reconstruir su vida.

Luego de despedirse de todos, Amado la acompaña hasta su camioneta para comenzar su retirada de Tijuana.

– Fue muy bueno compartir estos días contigo, Altagracia– dice sonriéndole.

– Me habría gustado haber podido disfrutar un poco más– se muerde el labio– Pero algo se pudo hacer.

– ¿Nos estaremos viendo?

– No sé Amado, no puedo asegurarte nada.

– Bueno, pero cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme, ¿si? Mantenme al tanto de todo, los negocios, la vida...de ti– le sonríe.

– Ya veremos, Amadito– se acerca y le da un beso muy suave y delicado en la mejilla– Hasta pronto.

La rubia se mete en el carro y Matamoros comienza a conducir hasta un aeródromo que los Casillas usualmente utilizaban. Se montan en un jet y en menos de cuatro horas ya se encontraban en CDMX. Amado se había encargado de preparar todo para cuando Altagracia llegara. Una camioneta negra con vidrios polarizados esperaba a la pareja de amigos al descender del avión privado. El chofer tenía instrucciones estrictas de llevarlos donde la doña ordenara y de no permitir que nadie se acercara al vehículo mientras ellos continuaran dentro de él. 

Al cabo de media hora, Altagracia estaba fuera del departamento de Mónica junto a Matamoros. No sabía bien cómo iba a presentarse frente a su hija, por lo que se deja llevar por sus emociones y toca el timbre de su piso.

¿Si?– dice la joven al micrófono del parlante.

– Sabes, está algo fresco aquí afuera– dice mientras su sonrisa se extiende– Quizás podrías abrirme.

¿Mamá? ¿Mamá? ¿Estás aquí?– dice con emoción.

– Aquí estoy chiquita mía.

¡Aaaaahh!– grita y corre por las escaleras para recibir a su mamá.

En alrededor de un minuto, la doña ve abrir la puerta y puede mirar a la pequeña Sandoval por un segundo hasta que se abalanza en sus brazos apretando su cuerpo con todas sus fuerzas. Mónica estira uno de sus brazos y toma del saco a Matamoros para unirlo al abrazo.

– Me alegra tanto que estén aquí conmigo– dice aún perdida en ese abrazo.

– Corazón– se aleja un poco para mirarla– Deberíamos entrar o...

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora