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– Altagracia...– dice sin quitarle los ojos de encima– ¿Qué chingados está pasando aquí?

– Aurelio, baja el arma– le ordena la doña.

– ¿Quién es este pendejo?– dice Casillas.

– ¡Que bajes el arma!– le grita.

Aurelio inmediatamente baja la pistola y la guarda.

– ¿Qué se supone que estás haciendo, Altagracia?– la mira desconcertado– ¿De dónde salió todo ese dinero?– le señala los dos bolsos sobre el sofá.

– José Luis, esto no es como lo ves...

– ¡¿Y cómo chingados quieres que lo vea?!– dice enojado.

– Bueno, quizás debamos dejarlos para hablar y...– dice la Felina.

– No sé preocupen– dice José Luis con ironía– Yo me largo de aquí...

El empresario sale disparado de la oficina de Altagracia y quedan todos sin saber qué hacer. La situación fue inesperada y era más que obvio que a la doña le había afectado ver a José Luis tan decepcionado de ella.

– ¿Por qué no me dejaste volarle la cabeza a ese tipo?– dice Aurelio no comprendiendo la gravedad de lo sucedido.

– ¡Tarado!– dice la colombiana pegándole en el pecho– Ese tipo es el dueño de esta empresa y por tu culpa, todo se pudo haber ido al carajo.

– Quiero que se vayan– dice Altagracia sin despegar la mirada de la puerta– Les dije que era una mala idea venir aquí, así es que ahora se me largan los dos.

– Pero aún no terminamos de...– intenta decir Casillas.

– ¡Se me largan!– se voltea y los mira.

– Vámonos– dice Amado mirando a la doña. 

Leal de alguna manera conocía a la rubia y sabía por su lenguaje corporal que no se sentía nada bien al ser sorprendida por Navarrete. Algo le sucedía y le daría un momento de paz antes de comenzar a averiguar lo que le ocurría con el empresario. Después de todo, eran amigos aunque de vez en cuando compartieran la cama.

Toma los bolsos y sale con su medio hermano de la oficina.

– ¿Quieres que me quede?– pregunta su socia.

La doña asiente con la cabeza y la mira angustiada.

– No sé que le voy a decir ahora.

– Quizás podrías decirle que en realidad no es lo que se imagina. Sé sincera, si es que el te importa tanto como yo veo.

Altagracia se muerde el labio inferior aún dudosa por lo que haría y finalmente sale de la oficina en busca del empresario.

Se dirige a la oficina de Navarrete y entra esperando verlo ahí, pero nada. Sale y le pregunta a su secretaria sobre su paradero sin tener éxito alguno, por lo que decide volver a su lugar de trabajo, donde su socia se encontraba sentada frente a su escritorio.

– ¿Lo encontraste?

– No...– camina hacia su silla– Su secretaria no sabe dónde fue– toma asiento.

– ¿Y si lo llamas?

– No va a contestar. Está furioso– la mira– Si ya las cosas estaban mal entre nosotros, ahora aún más.

– Pero inténtalo. Quizás si conteste.

– Está bien...

Toma su teléfono y comienza a marcarle, pero como sospechaba, el empresario colgó cada una de las llamadas que le entraban de Altagracia. Estaba realmente molesto, decepcionado, confundido y la doña no podía hacer nada por el momento para remediar eso.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora