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– ¿Qué dices Leticia?– le pregunta el mexicano luego de explicarle el funcionamiento del negocio– ¿Le entras a esto?

Altagracia lo mira un momento antes de responderle. Necesitaba estar segura de la decisión que iba a tomar, pero tampoco tenía muchas opciones para recuperar su fortuna.

– ¿Tu que dices?– mira a Matamoros.

– Doña, usted sabe que yo la apoyo en todo. Sea lo que sea a lo que se dedique, yo la voy a cuidar como siempre.

– Está bien Rafael– lo mira– Le entro al negocio.

– ¡Eso chingados!– dice contento– No te vas a arrepentir Leticia.

– Eso espero, porque estoy depositando mi confianza en ti Rafael.

– Nos irá muy bien, estoy seguro de eso.

– Bueno ¿Pero como empezamos?

– Tienes que invertir una suma de dinero importante, pero no será algo extremo, invertiremos la misma cantidad los dos ¿te parece bien?

– Ok, pero ¿qué más hay que hacer?

– Vamos a juntarnos con algunos inversionistas, les daremos el dinero y luego ellos nos darán las ganancias.

– Mm ¿tan fácil?– pregunta algo dudosa.

– Tu no tendrás que hacer mucho y tampoco te pondré en peligro.

– Espero que así sea señor– le dice Matamoros– porque ya mi doña ha pasado por demasiado como para que ahora le hagan daño otra vez.

– ¿Otra vez?

– Ya, Matamoros– lo mira– Te aseguro que no sucederá otra vez– le acaricia la mano y le sonríe– Ya nunca más.

– Está bien doña.

– Yo no pretendo lastimarla Matamoros. Quiero disfrutar de este negocio con una mujer que me encanta– la mira con una sonrisa– y que sé que tiene madera para esto. Todo lo que ganemos será para los dos, es una promesa.

Y así fue por varios meses. Amado le enseñó a Altagracia a defenderse mejor con las armas, también defensa personal y a ser una de las mejores en el lavado de dinero, el cual aumentaron notablemente durante todo ese tiempo juntos. Sobre su relación amorosa, no tenía un nombre oficialmente, pero disfrutaban de la compañía del otro. Luego de un tiempo, la CIA parecía ser que ya no buscaba a la doña. Algunos la daban por muerta y otros creían que se había ido a otro país, pero cualquiera de las dos opciones beneficiaba a Altagracia.

[...]

Altagracia llega a un restaurante con el maletín lleno de dinero mientras Rafael esperaba en una de las mesas adentro. Harían un intercambio con unos "empresarios" recomendados por unos socios de Altagracia, con quienes invertirían una buena suma de dinero para unas constructoras en todo el país. La doña estaría a cargo del traspaso, pero lo que ella no sabía era que el mexicano realizaría un movimiento que complicaría las cosas.

En la mesa ya se encontraban los inversionistas, por lo que se acerca y los saluda. Toma asiento y realiza de inmediato el intercambio de maletín.

 Toma asiento y realiza de inmediato el intercambio de maletín

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