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Las palabras de José Luis la hacen respirar más lento y sus ojos se conectan a la boca del empresario sin ser capaz de decirle ni una sola palabra. Navarrete aprovecha el momento y une sus labios a los de ella de una vez para entregarse en un beso lleno de pasión.

Nada importaba, ni la gente, ni las constantes discusiones y desplantes entre ambos. El sentirse era lo que les hacía olvidar todo a su alrededor, por lo menos por unos segundos.

La doña se deja llevar por sus caricias un instante hasta que reacciona y recuerda que estaban en un lugar lleno de gente que los conocía. Pone su mano sobre el pecho del empresario y lo empuja separándose de él. Lo mira y sale rápido del lugar.

– ¡Altagracia!– le grita.

Sin embargo, ella lo ignora y sale del lugar. Llega a la calle y busca a Genaro quien se encontraba fumando un cigarrillo al lado de la entrada.

– Genaro, llévame a mi departamento– dice al verlo.

– Claro, doña– pisa el cigarrillo.

El sale a buscar la camioneta cuando José Luis aparece al lado de Altagracia.

– ¿Por qué te vas así?– le reclama.

– José Luis, déjame en paz. Me quiero ir.

– Yo de verdad no te entiendo, Altagracia– la toma firmemente del brazo– Me miras con tanto deseo como yo a ti, pero me evitas todo el tiempo.

– Pues hago lo mismo que haces conmigo– le recuerda– O ¿no eras tú quien no era capaz ni de mirarme?– le quita el brazo.

Rápidamente aparece Genaro con el carro y le abre la puerta a Altagracia para que se meta dentro.

– ¿Va a subir?– le pregunta a José Luis, quien solo niega con la cabeza sin dejar de mirar como se le iba la rubia de las manos– Entonces vengo apenas la deje en su casa.

Se monta en la camioneta y se va junto a la doña hacia el edificio.

José Luis se queda inmóvil viéndola irse. Parecía ser que todos los rechazos de la doña eran una especie de pago ante el actuar de él las últimas semanas. Había sido cobarde y cuando tuvo la oportunidad de tenerla cerca la evitó, pero esta vez no dejaría que se le escapara, no de esa manera.

Se da la media vuelta y entra para volver a la mesa y tomar el móvil que había dejado sobre ésta.

– Disculpen– dice yéndose.

– ¡José Luis!– le grita Zimmerman haciendo que se gire a mirarlo– ¿Y Altagracia?

– No se sentía bien, me voy con ella ahora.

– Ah, pues, nos vemos entonces.

– Nos vemos– le hace una seña con la mano.

Vuelve a salir del lugar y pide un taxi. Pocos minutos después llega y se monta en el para ir al departamento de la doña. Necesitaba hablar con ella, quería explicarle todo lo que pasaba por su cabeza y reclamarle por su desplante.

Llega al edificio y sube al piso de Altagracia. Al encontrarse frente a su puerta comienza a tocar fuertemente. Estaba desesperado por verla y hablar con ella.

La rubia abre la puerta y frunce el ceño al verlo.

– ¿Qué haces aquí?– dice molesta.

– ¿Cómo que qué hago aquí?– entra de una vez.

– Ay, pues pásale ¿no?– dice con ironía cerrando la puerta.

– ¡Necesito saber qué carajos te pasa conmigo, Altagracia!– la mira.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora