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Altagracia ríe ante la respuesta de Aurelio, pero éste en vez de sentirse mal por la reacción de la doña, aprovecha un impulso para pegarla a su cuerpo y hablarle a pocos centímetros de su rostro.

– ¿Te hace gracia que quiera verte?

– Aurelio, Aurelio...– sonríe– Si crees que vas a tener algo de mi de esta manera estás muy equivocado. A mí no se me obliga a nada.

– Lo que quiero de ti no pienso obligarte a dármelo– dice sobre su boca.

– ¿Cómo hiciste para entrar y que no llamaran a seguridad?

– Soy Aurelio Casillas, mi amor– sonríe– Yo puedo andar donde me dé la regalada gana.

– Ya veo...– lo mira directo a los ojos– Pero este es mi hogar y no me gusta que vengan a verme sin avisar.

– Igual ya vas saliendo por lo que veo...

– Si, así es que si me sueltas y me dejas ir estaría espectacular– se remueve entre sus brazos.

– ¿Adónde vas?

– Eso no te importa.

– Todo lo que tú hagas me importa– busca sus labios.

– Lo que yo haga con mi vida privada no es de tu incumbencia, Aurelio– gira el rostro.

– ¿Por qué no quieres tenerme cerca?

– Porque tú eres la clase de hombre con la que una solo se busca problemas y yo de eso ya tengo suficiente.

– Yo no te daré problemas– continúa buscando sus labios.

Ella rueda los ojos y exhala con fuerza.

– Necesito irme, me esperan.

– ¿Tu novio?

– No, pero me tengo que ir ¿Qué quieres para dejarme ir?

– No lo sé– le sonríe– Podrías pensar en algo...

La rubia lo mira con una sonrisa y niega con la cabeza ante su insistencia. Finalmente, toma su rostro con ambas manos y sin siquiera dejarlo reaccionar se apodera de su boca con una pasión desmedida. Sus labios se acarician junto con sus lenguas provocando que el cuerpo de Aurelio reaccione de inmediato ante el contacto con Altagracia y deja de ejercer tanta presión en su cintura. Esto le da la libertad a la doña de moverse un poco y aprovecha para presionar el botón de las puertas del elevador. Cuando éstas se comienzan a abrir, ella se separa de Casillas, toma su maleta y sale del lugar dejándolo inmóvil observándola irse.

Una sonrisa se dibuja en el rostro de Aurelio. La doña le había dado una mínima esperanza para continuar intentando conquistarla y no la desaprovecharía.

Altagracia sale del edificio y se encuentra con José Luis esperándola apoyado en el carro.

Altagracia sale del edificio y se encuentra con José Luis esperándola apoyado en el carro

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