CONSTRUCTORA NAVARRETE

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El empresario mira a la doña con el ceño fruncido mientras ella le enseña la gran cantidad de billetes que se encontraban dentro de aquel maletín negro. Definitivamente lo había tomado por sorpresa.

– Bueno, Navarrete– dice perdiendo la paciencia– No tengo todo el día para ti.

– Altagracia, híjole...– deja el vaso sobre la mesa– Si es bastante dinero y probablemente sea hasta más de lo que gasté en sobornos...

– Entonces, estamos bien– se endereza y lo mira– Te agradezco la ayuda, pero yo ahora me quiero largar de aquí.

Se da la media vuelta para retirarse de la oficina, pero José Luis rápidamente la toma del brazo y de esa manera logra retenerla con su cuerpo. 

 – ¿Qué haces?– dice al ver su reacción.

– Yo no he dicho que acepto el dinero, Altagracia.

Sus miradas se conectan y la rubia puede sentir el calor corporal del empresario provocando en ella una incomodidad interna. No entendía porqué le sucedía eso cada vez que entraba en contacto físico con José Luis. Pronto su respiración comienza a volverse agitada y siente su boca salivar ante la proximidad del rostro de Navarrete hasta que finalmente, logra reaccionar y decide evitar a toda costa las cosas que estaba sintiendo en ese instante.

– Entonces...– intenta removerse– ¿Qué es lo que quieres, Navarrete?

– Ya te lo dije– la presiona con más fuerza hacia su cuerpo– Te quiero a ti, Altagracia– mira sus labios y se detiene unos segundos en ellos– ...tu experiencia, tus conocimientos– aclara.

– Tu lo que quieres es humillarme– dice molesta.

– No, Altagracia– ríe– Lo que quiero es que me ayudes, así como yo te ayude a ti. Y si...– la suelta finalmente– quiero que te des cuenta que ya no puedes verme en menos como lo hiciste alguna vez– toma nuevamente el vaso de whiskey.

– ¿De que hablas?– lo mira extrañada.

– Ay Altagracia– sonríe y bebe un sorbo– Me viste tan en menos que ni siquiera lo recuerdas.

– Ya déjate de juegos, Navarrete– se cruza de brazos.

– Hace años, yo tenía mi pequeña constructora. Necesitaba asociarme con alguien que me ayudara a crecer. Los hombres de la industria no querían asociarse con un empresario tan...nuevo.

– Tan insignificante.

– Claro, llámalo así– toma asiento en el sofá y cruza las piernas ante el ojo crítico de la doña– Te vi en un evento e intenté acercarme, pero tus hombres me lo prohibieron. Luego intenté contactarte de todas las maneras posibles, porque estúpidamente creí que una mujer sería un poco más humana, pero me equivoqué– la mira directo a los ojos– Lo último que supe es que cuando oíste de una de mis propuestas para asociarme contigo dijiste que no ibas a perder tu tiempo con un pobre diablo que no sabía cómo funcionaba el mundo empresarial.

– Yo no recuerdo haber dicho eso...

– Claro– le sonríe– si no fue algo de importancia para ti– se pone de pie y se acerca peligrosamente a ella– Pero para mí si fue importante.

– Los negocios son así, Navarrete– lo mira con seriedad– A veces se gana, a veces se pierde. No se puede tener todo.

– Así es, por eso mismo– se aleja nuevamente de ella y camina hasta su escritorio para tomar asiento– Como no se puede tener todo, no acepto ese dinero, Altagracia.

– Navarrete– se acerca y pone sus manos sobre el escritorio– Es mucho dinero ¿Ya lo viste? No estoy jugando.

– Yo tampoco estoy jugando– dice sin despegar sus ojos de los de ella, a pesar de que estos parecían querer quemarlo– No quiero el dinero, te quiero trabajando aquí, en mi constructora.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora