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– Está bien, Saúl– respira hondo– Ahí voy a estar, pero solo vamos a hablar.

Gracias, Altagracia– dice aliviado.

La doña cuelga de inmediato la llamada y luego vuelve hasta la mesa donde ya la esperaba el empresario con la comida.

– ¿Todo bien?– la observa tomar asiento.

– Todo bien– le sonríe y luego mira su plato– Mm esto se ve muy bien.

– Se ve espectacular– sonríe– Bueno, yo igual quiero saber ciertas cosas de ti, de dónde eres y esas cosas.

– Veracruz– se mete un poco de comida a la boca y la digiere ante el ojo atento de José Luis– Mis padres están muertos, los mataron cuando tenía 16 y de mi hija no sé mucho– lo mira– Aún la estoy conociendo.

– Pero ¿Se llevan bien?

– Bastante bien, aunque a veces me toca ponerle límites– ríe– Es bastante divertida, tiene unas ocurrencias, José Luis, que ni te imaginas– dice con entusiasmo– A veces estamos hablando de algo serio y sale con alguna bobada.

– Te hace muy feliz– dice con una sonrisa.

– Muchísimo– sonríe.

– Entonces no vayas a arruinar eso, mujer– dice refiriéndose al abogado– No hagas algo que pueda hacerte perder esa relación tan linda con tu hija– toma su mano sobre la mesa.

– No haré nada para lastimarla– dice observando la mano del empresario sobre la de ella.

Ese almuerzo entre la pareja de empresarios les sirvió para conocerse un poco más, dejar de verse tan distantes entre ellos. Hubo risas, anécdotas, pequeños relatos de infancia que daban una falsa sensación de confianza entre ellos.

Cuando terminan de comer, vuelven a la constructora bastante más cómodos el uno con el otro. Se separan y van cada uno a sus respectivas oficinas.

Luego de unas horas, Altagracia recibe un mensaje de Amado con la dirección de su departamento y luego ve que el reloj ya daba las 18:50, debía estar con Saúl en 10 minutos. No sabía bien como lo haría, pero necesitaba hablar con el y estar en ese hotel cuanto antes.

Sale del edificio y conduce hasta el hotel donde la esperaría el abogado. Entra y sube a la habitación que usualmente el pedía cuando estaban juntos antes de que todo se estropeara entre ellos. Toca la puerta y ahí se encontraba Saúl, esperándola con la mirada llena de ilusión.

– Viniste– le sonríe.

– Solo para hablar contigo, Saúl.

El abogado se acerca a ella y la toma de la cintura para pegarla suavemente a su cuerpo.

– Ya, Saúl– dice intentando alejarlo.

– No me niegues tu amor, Altagracia, ya no más, por favor.

– Aquí no hay amor, Saúl– lo mira– No lo hay.

– ¿Qué dices?– ríe– Altagracia, tu sabes que te amo– se acerca para besarla.

– Saúl, basta– sigue intentando alejarlo.

– Déjame amarte como sabes que solo yo puedo hacerlo...

El abogado la mira y rápidamente ataca sus labios intentando hacerla sentir todo su amor, pero lo único que logra es que Altagracia lo empuje y le dé una fuerte bofetada haciéndole girar el rostro ante el impacto.

– ¡Te dije que no, Saúl!– le grita– ¡Tu, que dices ser el abogado defensor de mujeres y no eres capaz de respetarme!

– Pero Altagracia, yo creí que tu igual...

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora