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Después de ser invitadas a un par de copas, ambas hacen un esfuerzo por lucir más relajadas. No querían levantar ningún tipo de sospechas en Navarrete.

Sin embargo, al transcurrir algunos minutos, Altagracia comienza a sentir urgencia por huir de ahí. La mirada del empresario continuaba sobre ella provocándole una incomodidad era excesiva. Sentía que en cualquier momento iba a descubrirla o peor aún, se acercaría a ella.

– Mónica, voy al tocador y luego nos vamos– dice poniéndose de pie– No quiero que nos sigamos exponiendo.

– Está bien– dice resignada.

La joven observa a Altagracia alejándose de la mesa y desapareciendo al fondo del lugar. De pronto, una voz masculina la saca de su distracción y la sorprende.

– Buenas noches– dice con una voz ronca.

– ¡Dios!– dice asustada al ver a Navarrete a su lado.

– Lo siento, no quise asustarte. Es que quería preguntarte por la mujer que te acompañaba ¿Sabes donde fue?

– ¿Por qué o para qué?– pregunta seria.

– Solo quiero saludarla– le sonríe– ¿Son mexicanas?

– Eem...si– mira el lugar por donde desapareció su madre– Sabes, creo que fue al tocador.

– Ah, bueno– dice sin quitar la sonrisa de su rostro– Gracias.

El empresario desaparece del lugar y Mónica queda perpleja al ver que prácticamente le había entregado a su madre en bandeja de plata al decirle dónde estaba Altagracia. Había estado todo el tiempo diciéndole a su mamá como controlar sus nervios y ahora le fallaban a ella. No supo disimular lo suficientemente bien, y a decir verdad, el moreno intimidaba bastante con su sola presencia.

Por otro lado, la doña se encontraba saliendo del baño cuando choca de frente con el empresario. Este la toma de la cintura para sujetarla al impactar con su cuerpo y ambos unen sus miradas sin decir una sola palabra. 

A pesar de que la doña estaba usando lentes de contacto, la mirada de la rubia había logrado hipnotizar a José Luis sin siquiera intentarlo. Pero cuando Altagracia estaba a punto de entrar en pánico decide separarse de él.

– Disculpa– le dice alejándose.

No obstante, Navarrete no pretendía dejarla escapar tan fácilmente de él. La toma del brazo y la vuelve a acercar a su cuerpo.

– Oye...– la mira nuevamente a los ojos– Te andaba buscando.

– ¿A mí?

– Si– le sonríe– ¿Por qué me mirabas tanto?

– ¿Yo?– ríe– Estás loco.

La doña intenta alejarse nuevamente, pero el no se lo permite. La agarra firmemente  de la cintura y la pega a la pared dejando su brazo al costado de su rostro como barrera.

– Si, tú– le recalca– Me estabas mirando. Yo mi di la vuelta y me encontré con una chulada que no me quitaba los ojos de encima– sonríe.

– Creo que te estás confundiendo. Yo no te estaba mirando– ríe intentando disimular su nerviosismo.

– Claro que sí. Pero no me quejo– dice sin apartar sus ojos de los de ella– ¿Cómo te llamas?

– Leticia...

– Bueno, Leticia ¿Me vas a responder?– le regala una media sonrisa.

– Creo que estás delirando. El alcohol está surgiendo efecto.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora