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– ¿Hablaste con Navarrete?

– ¿Por qué me preguntas?– dice intentando salvarse.

– Hoy...– baja la voz– fue a verme a la consulta con la psiquiatra y me ofreció que me asocie con él a cambio de ayudarme a salir de esto.

– Quizás deberías aceptar, Altagracia.

– Escucha a mi tía Regina, ella tiene razón– dice Mónica.

– Mmm...– mira a su hija– Algo te pasa a ti con tenerme cerca de ese tipo.

– No es eso mamá, es solo que sé que te sacaría más rápido que tu abogado.

– Bueno, pero ya le dije que no. No hay nada que hacer ahora.

– Pero mamá...

– Ya es hora– dice Cisco entrando.

– ¿No puedes dejarnos cinco minutos más?– pregunta la doña.

– No, señora, yo ni siquiera debería dejarlas entrar. No tiene permitidas las visitas.

– Está bien– mira a su familia– Lo siento.

– Vamos a tratar de volver pronto ¿si?– dice Regina acercándose a abrazarla.

– Traten de ir cuando comience el juicio, por favor– dice ahora abrazando a su hija.

– Ahí vamos a estar, hermana– le sonríe.

– Cuídate, mamá y piensa en la propuesta de Navarrete, por favor– la mira– Hazlo por mi.

– Lo voy a pensar– le sonríe y le toma las manos– Te amo.

– Yo también te amo– le sonríe de vuelta. 

Mónica le suelta las manos y sale junto a Regina del departamento. La doña se vuelve a sentar en el sofá y se queda pensando nuevamente en la propuesta de José Luis. No se encontraba en una postura muy conveniente como para rechazar la ayuda de alguien, así fuera el mismísimo Navarrete. 

[...]

Los días pasan demasiado lentos. Altagracia no había podido recibir más visitas de su familia. Los únicos que tenían permitido entrar a verla eran los policías y su abogado. Aún no podía hacer uso de un teléfono, por lo que cuando quedaba sola con Cisco aprovechaba de utilizar sus encantos para que le cediera su celular y así al menos poder comunicarse con su hija. Pero esa noche tenía planeado usar su móvil para hacer otra llamada.

– Cisco...–dice luego de beber un sorbo de agua mientras se encontraba cenando– Necesito que me hagas un favor.

– Señora, no me pida cosas ahora. En cualquier momento llega mi compañera a cubrir mi turno– dice nervioso.

– Es que ésta vez realmente lo necesito– se pone de pie y se acerca a él– Por favor, Cisco, es que necesito contactarme con la única persona que puede sacarme pronto de esta situación– le toma la mano. 

El la mira y ante la presión que ejercían esos grandes ojos verdes, cede.

– Está bien...pero será solo una llamada y breve, por favor.

– Es una promesa– le sonríe.

Cisco saca de su bolsillo el teléfono y se lo entrega en las manos. Ella lo recibe y se aleja de él para poder marcar al número de la persona que la ayudaría a salir de ahí. No estaba completamente segura de lo que haría, pero desde su encuentro con él no había podido dejar de pensar en que quizás había cometido un error al rechazarlo.

Se pone el teléfono en la oreja y espera a que le contesten. De pronto, oye esa voz grave que era capaz de estremecer a cualquiera: a cualquiera, menos a ella, según intentaba autoconvencerse. 

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora