La distinguida Altagracia Sandoval es perseguida por la policía de México por haber asesinado a 5 hombres a sangre fría.
Luego de ver como su hija se casaba con el hombre que ella amaba, decide huir y se lanza al mar esperando acabar así con su vid...
Cuando el sol comienza a entrar al cuarto, José Luis se remueve un poco y presiona el cuerpo de la rubia contra el suyo abrazándolo fuertemente mientras siente el aroma de su cabello. De pronto, abre los ojos y cae en cuenta de lo que estaba haciendo. Tenía a Altagracia completamente abrazada, sentía su piel contra la de él y la doña mantenía el brazo del empresario entre su pecho.
José Luis no sabía que hacer. Su cuerpo comenzaba a reaccionar y no quería incomodarla, pero su piel: su piel tenía la suavidad perfecta y qué decir de su aroma, se había vuelto su obsesión, estaría horas y horas sintiendo su olor, pero debía salir de ahí. No quería tocarla sin que ella se lo permitiera, no quería que la doña sintiera que el era un abusivo más, por lo que con sumo cuidado comienza a retirar su brazo de entre su pecho y luego el otro de debajo de su cabeza. Ella se remueve un poco, pero afortunadamente para José Luis, no despertó.
El empresario sale de la cama y busca una toalla para poder secar su cuerpo luego de ducharse. Se quita la ropa y se mete bajo la regadera, sin embargo, el ruido del agua despierta a Altagracia y al abrir sus ojos es ahora ella quien se encuentra con un espectáculo. José Luis estaba como Dios lo envió al mundo frente a ella.
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Observaba como el agua caía por su piel, recorriendo cada músculo que resaltaba en su cuerpo. Se veía como un dulce en exhibición y su instinto le decía que fuera y lo hiciera suyo, pero debía contenerse. La relación con José Luis era estrictamente laboral, aunque deseara en el fondo que no fuera así.
Altagracia no entendía porqué lo estaba deseando tanto. Ella podía tener al hombre que quisiera para suplir sus necesidades, pero el empresario tenía algo distinto que le provocaba más de la cuenta.
Continúa observándolo un rato más hasta que lo ve cortar el agua de la regadera. Vuelve a cerrar los ojos para hacerle creer que aún dormía y espera.
José Luis sale de la ducha y cubre su masculinidad con la toalla. Camina hacia el armario, saca la ropa que necesita y se encierra en el baño.
La doña vuelve a abrir los ojos y se quita la ropa de cama de encima para ir a cambiarse y tratar de olvidar lo que acaba de presenciar. Para cuando José Luis sale del baño, ella ya está vestida y lista para continuar con la "farsa".
– Ya despertaste– dice el empresario al verla maquillándose.
– Si– le sonríe– ¿Cómo dormiste?
Sintiendo tu piel toda la noche...
– Bien, bastante bien la verdad. Te agradezco que me dejaras dormir en la cama– la observa.
– No iba a dejar que durmieras mal.
– Gracias...¿Y tú? ¿Dormiste bien?
Mejor fue mi despertar...
– Muy bien– lo mira y le sonríe.
– Por cierto, te ves bastante guapa hoy.
Llevaba un vestido blanco de playa de una tela que se transparentaba un poco, y por lo visto, aún no se ponía el sostén del bikini que había elegido para ese día, por lo que el empresario podía ver sus atributos sin hacer mayor esfuerzo.