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– Lucho... ¿Qué haces aquí?– pregunta el empresario sorprendido.

– Vine a buscarte, porque mañana se viene el cumple de mi mamá y quiero que vayamos a comprarle el regalo.

– Cierto...– se rasca la cabeza.

– ¿No tiene modales tu hijo, José Luis?– lo mira.

– Parece que no– lo mira mal– Lucho, ella es Altagracia Sandoval y estará trabajando con nosotros. Altagracia, el es mi hijo, Luis.

– Bueno, me alegra conocerte al fin– lo mira.

– Igualmente– le dice Lucho con una sonrisa forzada.

– José Luis, yo ya debo irme, tengo un compromiso, pero mañana vemos todo lo demás.

– Está bien. Luego hablamos.

– Nos vemos, Luis– le dice al hijo del empresario.

– Nos vemos...

La doña sale de la sala de juntas y deja a ambos solos.

José Luis toma sus cosas y aclara su garganta.

– No me dijiste que vendrías a ver el regalo hoy– dice sin mirarlo.

– No– sus ojos no se despegan de él– Pero el cumpleaños es mañana y deberíamos ver algo ¿No?

– Claro. La verdad es que no he tenido tiempo de comprarle nada.

– Es que has estado con esta vieja todos los días.

– ¡Lucho!– lo mira molesto– Ya hablamos de esto. No te refieras así de ella.

– Pa...– se acerca a él– Dime la verdad ¿Estás siéndole infiel a mi mamá?

– No, hijo, no– lo mira– Vamos a buscar el regalo será mejor.

El moreno sale del lugar y su hijo lo sigue pocos segundos después.

Por otro lado, la doña ya se encontraba yendo con su leal guardaespaldas y amigo hacia el hipódromo para encontrarse con su socia. Matamoros, si bien es cierto, ya no se encontraba trabajando de la misma manera con Altagracia, intentaba estar siempre que lo necesitara. Su relación era una amistad a prueba de todo, dónde el trabajo no tenía cabida alguna.

Al cabo de algunos minutos, llegan al lugar y Altagracia se dirige junto a su amigo hasta el salón en el que se encontraba la Felina bebiendo tequila.

– Felina– dice entrando al lugar.

– Altagracia– le sonríe y se pone de pie para recibirla– ¿Cómo estás?– dice al abrazarla.

– Bien...– dice poco convencida.

– A ver– la mira a los ojos– Ven aquí, tomemos unos tequilitas y contame todo.

Se acercan a la mesa y toman asiento una frente a la otra. La socia de la doña le sirve un shot de tequila y Altagracia se bebe de una sola vez el contenido del vaso sintiendo como el alcohol quema su garganta.

– Ay, pero con calma– dice la Felina sirviéndole otro– ¿Es por Navarrete?– la mira.

– ¿Qué cosa?

– Que estás así de perturbada– ríe– ¿Que pasó entre ustedes?

– No sé ni cómo empezar.

La rubia inhala profundo y luego deja salir el aire que parecía que se le había retenido en el pecho.

– Por dónde vos queras– le toma la mano sobre la mesa.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora