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Ir a la cocina y apartarse de sus hijos era justamente de lo que el empresario sentía necesidad ese día.

Altagracia era una constante provocación para él y no poder tocarla, besarla, sentirla cerca de su cuerpo se le hacía un suplicio; un verdadero castigo.

– Oye...– dice José Luis cerca de su oído.

– Dime.

– Gracias por ayudarme a curar la herida.

El empresario, aprovechando que Altagracia se encontraba enfocada en limpiarle la mano, besa lenta y delicadamente su hombro cubierto por la delgada tela de su blusa provocando en ella una sonrisa. José Luis continúa un camino de suaves besos hacia la mejilla de la rubia, quien, casi por instinto, gira el rostro hacia el de Navarrete.

Sus labios comienzan a rozarse hasta inciar un delicado beso por el cual Altagracia decide voltearse por completo hacia José Luis y profundizar así en las caricias entre sus lenguas.

Navarrete toma de su cintura con su brazo izquierdo mientras con la mano derecha, aún herida, cierra la llave del lavaplatos.

En ese instante el dolor pasaba a segundo plano. La satisfacción que sentía de tener a la mujer que tanto deseaba entre sus brazos era suficiente para menguar cualquier molestia.

Presiona su cuerpo hacia él y disfruta de aquel beso que llevaba esperando durante todo el día.

– Me encantas, Altagracia– dice soltando sus labios.

– Lo sé– le sonríe.

El le sonríe de vuelta y decide incrementar la firmeza con la que la pegaba a su cuerpo y volver de esta forma a apoderarse de sus labios. Parecía estar envuelto en el éxtasis de su lengua y no se sentía capaz de soltarla.

– ¿Ya pudieron lim...?– aparece Fernanda haciendo que la pareja termine con aquel beso– Ay, perdón– se tapa la boca al notar que había interrumpido a la pareja– No sabía que estaban...

– Está bien, Fernanda– dice la doña limpiándose la humedad que había dejado el empresario en los bordes de sus labios– Solo estaba haciéndolo sentir mejor– mira al empresario y le sonríe con picardía.

– Ah bueno– dice Fernanda con una sonrisa– ¿Cómo esta esa mano?– se acerca.

– Bien, bien– dice el empresario– No fue tanto– se mira la mano– Ya sangra menos.

– ¿Tienes gasa o algo para limpiarle bien?– pregunta la rubia.

– Claro, en los baños de las cuartos hay todo eso, pero antes ¿Podrían ayudarme a llevar a Hans al cuarto? Ya este hombre no puede beber más.

– No hay problema– dice José Luis soltando al fin a la rubia– Vamos.

La pareja de empresarios y la esposa del mexicano-alemán van hacia el jardín donde habían cenado y bebido algunas copas. Se encuentran a Mónica con un codo sobre la mesa mientras apoyaba así su cabeza y a Zimmerman dormido en su silla.

Altagracia se acerca a su hija y le hace una caricia en la cabeza.

– Si quieres te vas a acostar, corazón.

– Si, ya estoy cansada mamá. El viaje me dejó exhausta– se endereza para luego ponerse de pie.

– ¿Y Lucho?– pregunta José Luis.

– No sé, dijo que iba a ver cómo estabas, pero creo que se fue a acostar– dice Mónica– ¿Cómo está tu mano?

– Mejor– le sonríe– Ahora vete a dormir, chiquita– se acerca y le besa la frente.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora