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Luego de aquel encuentro entre la doña y el empresario, ninguno de los dos quedó realmente tranquilo, al menos no por unos días. Altagracia por el miedo a que él fuera tan cobarde como para ir a delatarla con las autoridades y José Luis por la tensión que esa mujer había provocado en él. El contacto con su piel había sido algo increíble, inexplicable, pero prohibido. No iba a dejarse llevar por sus instintos de hombre con alguien como la doña. No podía pensar en dormir con el enemigo.

[...]

Los días transcurren tranquilos. Altagracia ya había calmado su temor a ser descubierta y dejó de creer que Navarrete la acusaría con la policía.

Como todo parecía en calma; madre, hija y el leal guardaespaldas decidieron ir a revisar un pequeño edificio que pensaban comprar para comenzar con sus negocios. Sin embargo, todo se ve estropeado cuando en el estacionamiento de éste se oye una voz que los detiene.

– ¡Alto ahí! ¡Altagracia Sandoval, queda detenida por el homicidio de Rafael Cabral!

La voz del policía los alerta de inmediato y los tres levantan sus brazos en señal de rendición.

El hombre se acerca con el arma y toma los brazos de la doña para ponerlos en su espalda y así esposarla.

– Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usado en su contra en un tribunal de justicia– termina de cerrar las esposas en sus muñecas y otros dos policías se encargan de hacer lo mismo con Matamoros– Tiene derecho a hablar con un abogado– se la lleva a la patrulla que tenían estacionada en el lugar– Si no puede pagar un abogado, le será provisto uno a costas del Estado.

La desesperación que Mónica sentía en ese momento al ver a su mamá siendo llevada por unos policías era extrema. Comienza a seguirlos hasta la patrulla y les pregunta qué harán con ella.

– ¿Dónde se llevan a mi mamá?

– La llevamos para la comisaría– contesta el que parecía ser el líder del grupo.

– ¿Qué le van a hacer?– pregunta con desesperación.

– Pues detenerla.

– ¡Necesito más que eso como respuesta!

– Hija– dice Altagracia entrando en el carro– Todo va a estar bien ¿si? Tranquila, corazón– dice aguantando su propia angustia.

– Dudo que esté bien con todo lo que se le acusa, señora– dice con ironía.

– ¡Pendejo!– le grita Mónica y se abalanza sobre él.

– ¡Se me calma, señorita!– dice el policía tomándola de las muñecas con fuerza– ¡O quiere que me la lleve también por ser cómplice de una homicida!

– ¿Homicida? ¡Pinche cabrón!

– ¡Mónica!– le grita Altagracia– ¡Por favor! No quiero verte a ti también tras las rejas.

La joven se aleja del policía al oír a su madre y este se mete en la patrulla para llevarse a Altagracia y Matamoros a la comisaría. Mónica no sabía qué hacer, en lo único que pensaba era en cómo sacar de ahí a su mamá. Sabía que sería un trabajo muy difícil, ya que era obvio que se le acusaría de todos los homicidios a la doña.

Cuando finalmente llegan a la comisaría, encierran de inmediato a la doña y a su guardaespaldas en celdas lo más separadas posible. El lugar era frío, oscuro y el olor que había ahí era desagradable. Altagracia se sienta en el borde de la cama de su celda y comienza a pensar qué hacer. Su única opción era llamar a Amado para pedirle ayuda, pero ¿cómo? No tenía permitido usar el teléfono y aunque pudiera no iba a poner en riesgo a Leal. 

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora