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– Te voy a llevar a ver el verdadero paraíso Leticia.

Cuando Rafael le dijo eso a Altagracia al oído, ella sintió que toda la piel se le erizaba. No era para menos, la voz del mexicano era profunda y mezclada con el aroma del perfume que emanaba de su ropa la hacía sentir todo aún más intenso.

Se sube al carro y le cierra la puerta para ahora montarse él en el lugar del conductor.

– Espero te guste dónde te voy a llevar– le sonríe y comienza a conducir el coche.

– ¿Siempre haces estas cosas con las mujeres?

– Solo con las que me interesan– le da una mirada rápida.

– Al menos eres sincero– sonríe.

Sin embargo, Rafael era tan sincero con Altagracia como ella lo era con él.

Durante todo el día la llevo de un lugar a otro, recorriendo cada atracción que había en la ciudad. Altagracia estaba disfrutando el día al lado del atractivo hombre que la acompañaba sin preocuparse de nada más. Había olvidado por completo sus problemas, sus dolores.

9:30 pm

– ¿Quieres ir a beber algo?– le pregunta al salir del restaurante donde acababan de cenar.

– Sabes, tengo muchas ganas de beber un buen vino– cierra los ojos como si pudiera ya sentir el líquido en sus papilas gustativas.

– ¿Vamos al bar de anoche?

– Mm...preferiría un lugar un poco más íntimo– le sonríe.

– Tengo un departamento, quizás quieras...– le aparta un mechón de cabello del cuello– ir a conocerlo.

– Me encantaría.

La doña no solo quería degustar un buen vino, también quería probar de que estaba hecho el mexicano, y el no se quedaba atrás. Rafael moría por llevarse a Altagracia a la cama y cumplir cada uno de sus deseos entre las sábanas.

MÉXICO

Mónica llevaba un rato intentando comunicarse con Altagracia. No sabía nada de ella de hace más de 24 horas y se estaba comenzando a preocupar. Le marca una vez más al hotel, pero nadie contesta. Temía que la hubiesen encontrado y estuviera detenida o algo parecido. Finalmente decide preguntar por Matamoros en el hotel para poder averiguar si el sabía algo de su mamá. Cuando logra dar con el número de su habitación le marca.

¿Bueno?– pregunta el guardaespaldas.

– Matamoros, soy Mónica.

¿Sucedió algo?– pregunta preocupado.

– No, no, es que llevo rato llamando a mi mamá y no contesta ¿Sabes algo de ella?

Ah– se toma la cabeza– No he sabido de ella, pero tengo rastreado su teléfono.

– ¿Anda sola?– pregunta con curiosidad.

Anda con un amigo que se hizo aquí en el hotel.

– ¿Un amigo?

Si. Es que anda...viendo...– se queda en silencio un segundo– quiere asociarse con alguien.

– Mm, ya veo ¿Me darías su número para llamarla?

Claro, se lo envío por mensaje.

– Perfecto. Muchas gracias Matamoros.

Cuelga la llamada y espera a que le llegue el mensaje. Solo unos minutos después lo recibe con el número de Altagracia, pero cuando va a marcarle aparece Saúl con unas bolsas.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora