La distinguida Altagracia Sandoval es perseguida por la policía de México por haber asesinado a 5 hombres a sangre fría.
Luego de ver como su hija se casaba con el hombre que ella amaba, decide huir y se lanza al mar esperando acabar así con su vid...
Altagracia comienza a gemir intentando gritar y se mueve para tratar de soltarse del agarre del tipo que la sostenía.
– Shh– la hace callar– No grites, mi chula– dice en voz baja.
La rubia reconoce su voz y deja de intentar gritar. El quita lentamente sus manos de ella y así Altagracia aprovecha para al fin encender la lámpara.
– ¡Imbécil!– le reclama al verlo– ¿Cómo se te ocurre llegar así?
– Quería sorprenderte– ríe.
– No me gustan las sorpresas, Amado– se cruza de brazos sentada sobre la cama– De partida ¿Qué haces aquí? ¿No está tu noviecita para que te controle?
– ¿Celosa?– le toma el mentón.
– A ver, Amado– se inclina hacia él– Te debe quedar claro la mujer que soy. Jamás me vas a ver tras un hombre, por lo tanto, celos de mi parte no verás.
– Y es algo que me encanta de ti– toma su rostro con una mano haciendo presión en sus mejillas– Me encantas...
Ella le sonríe sobre su boca y el suavemente acaricia los labios de la doña con su lengua.
Aunque no existía amor entre ellos, sabían que podían contar con el cuerpo del otro para satisfacer todos sus deseos. Se conocían muy bien, habían pasado meses recorriendo sus cuerpos cada noche y cada mañana.
– Si así es como me vas a visitar siempre– dice apenas soltando sus labios– me alegra que hayas venido– sonríe.
– Y a mi me alegra que me recibas así...
Altagracia toma el rostro de Leal con ambas manos y se apodera de su boca sin control. Entre besos ella se recuesta sobre la cama nuevamente mientras el medio hermano de Casillas se quita la chamarra sin soltar los labios de la rubia. Estaba desesperando por sentir su piel y no iba a desaprovechar ni un segundo que tuviera con ella.
– Quítate esto– dice la doña agitada por el momento de lujuria que estaban teniendo.
Amado la suelta al fin y se quita rápidamente la camiseta negra que llevaba puesta junto con los pantalones. Toma la sábana blanca que apenas cubría parte de las piernas de Altagracia y se la quita para poder observarla con más detención.
– Estás cada vez más deseable, Altagracia– dice al verla.
– Pues entonces tómame– dice con una sonrisa para luego morderse el labio.
– Con gusto.
Cuando Leal se intenta posicionar sobre ella, la doña se gira dándole la espalda, tentándolo en una especie de juego coqueto. El inmediatamente se acuesta a su lado y comienza a pasar su mano lentamente por la curva de su trasero.
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Mientras la recorre con sus manos va besando su espalda y ella solo se encarga de disfrutar de las caricias de Amado, quien luego de un momento llega hasta el brasier de la doña desabrochandolo y liberando así los senos de Altagracia.