62

1K 93 139
                                    

– ¿Qué haces aquí?

– Vine a hacerte una visita de cortesía– se acerca a ella y le habla al oído– Para que no me olvides.

Altagracia traga saliva y hace una mueca de asco.

– Imposible olvidar un olor tan asqueroso como el tuyo...– dice intentando evitar temblar ante el.

El esboza una sonrisa y pasa el arma que sujetaba en su mano por el delicado cuello de la doña para así apartarle el cabello de ahí.

– Quiero que te vayas– le pide Altagracia esperando sonar lo más segura de sí misma posible ante esa situación.

– Claro que me iré, pero antes necesito que entiendas algunas cosas...– la mira a los ojos.

Podía sentir su miedo. Un perro como el podía olerlo a kilómetros y contando con toda la información que poseía sobre la doña, no le costaba nada usarla en su contra, como el hecho de haber sido brutalmente violada años atrás, y otras tantas veces abusada por hombres tan repugnantes como el.

Baltazar usaría todo lo que tuviera en sus manos para hacerla sentir vulnerable.

– Altagracia... Altagracia... Altagracia...– repite con una sonrisa de ganador mientras agita la pistola en su mano.

· Ya...dime lo que vienes a decirme y te me largas· dice tensa, sin mover un solo músculo más que para hablar.

– Cómo te explico que...– la toma fuertemente de la cintura– no necesito palabras para que sepas lo que quiero...

Ojeda, con brusquedad la lanza al sofá de la oficina y sin darle un respiro se tumba sobre ella para intimidarla con la cobardía que solo un tipo como el podía hacerlo.

– ¡Suéltame!– grita Altagracia mientras se remueve bajo su cuerpo.

La rubia hace el intento de quitarse las manos del corrupto policía de encima, pero todo esfuerzo es en vano cuando el hace presión con la boca del arma en sus costillas.

– ¡Nadie se burla de mi, Altagracia!– dice para luego pasar su repugnante lengua por la mejilla de la rubia– Nadie...

Altagracia, la mujer que no demostraba debilidad ante nadie, en ese instante se congela ante las claras intenciones de el. Las lágrimas estaban a nada de escaparse por sus ojos a causa del terror que estaba sintiendo, cuando de pronto, la puerta de la oficina se abre generando un estruendo que inmoviliza inmediatamente a Baltazar sobre la doña.

Afortunadamente, la secretaria de la rubia, aterrada por lo que pudiera sucederle a su jefa, había corrido a la oficina de José Luis para alertarlo del peligro que estaba corriendo la doña. Abrió la puerta y sin pedir permiso entró gritando.

– ¡Señor! ¡Tiene que venir ahora!

– ¡¿Pero qué chingados está pasando aquí?! ¡¿Acaso nadie respeta mi lugar ahora?!– dijo molesto ante la irrupción en su espacio.

– Y-y-yo no...

José Luis la vio nerviosa y se acercó a ella preocupado por su comportamiento.

– ¿Qué pasa?– preguntó mirándola a los ojos llenos de lágrimas.

– L-la doña...un hombre armado está encerrado con ella...

Apenas Navarrete oyó la angustia de la secretaria, fue hasta su escritorio y tomó el arma que guardaba en el cajón para a ver qué ocurría con Altagracia.

Cuando entró en la oficina vio al imbécil de Ojeda tumbado sobre la rubia.

Corre hacía el y le apunta con la boca del arma en la nuca.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora