|La sorpresa de Kim|

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Se deja caer en el sofá, donde tiene completo espacio para descansar sus pies en el reposa brazos y en el respaldo, acariciando su vientre. Sonríe, jugando con el bulto que ya se estaba haciendo cada vez más grande, solo tenía dos meses, pero se sentía como si fuera una madre completa.

Sonríe como boba, besando sus dos dedos, índice y de en medio, llevándolos a su vientre y dejándolos ahí– Te besé –dice– ¿Lo sentiste?

La muchacha ríe ante su cabeza, tomando el control remoto y acercando más su gran bufe que ella misma preparó por sus antojos. Quizá no tenga los meses que requieren tener las embarazadas para sus antojos, la verdad no lo sabía, pero ella ya estaba convencida que tenía antojos seguidos a causa del bebé. Su bebé.

La televisión pasa a reproducir una de sus películas Disney favoritas; Bambi.

–Mira, amor –hablándole al vientre, lleva una de las fresas con crema en exceso a su boca– Esta es la película favorita de mamá –con dificultad por la cantidad de nata en sus labios, habla– ¿Te gustaría que te llame Bambi, mi amor?

Toma el frasco con nata, tirando más de esta dentro de su boca y cerrándola de inmediato– Para que sepas lo que es bueno, claro que si –traga todo, metiendo una fresa más y continuando con la película.

Sonreía, centrada en ver la película y no pensar en lo que pasaría más tarde. ¿Qué pasará? Le confesaría a su esposo que estaba esperando un hijo de él. Porque sí, Jaemin no tiene idea que un pequeño él viene en camino, que está en el vientre de la mujer con quien se casó ni mucho menos que la muchacha siente ansiedad de enterarse que el bebé no es deseado por su novio.

Y es que Jae jamás había seguido en la charla de tener un bebé, ella quería formar una gran familia con su novio, una donde al menos formaran parte cinco niños y tres perros con un gato, un hámster y una pareja de peses dorados; si, esa sería u familia soñada. Pero Jae siempre evitaba el tema, ¡Ella estaba dispuesta a perder su figura de diosa con tal de poder crear esa hermosa familia! Pero Jae no parecía entusiasmado como ella.

Sus muecas o como escapaba del tema hacían a la menor sentirse insegura, ¿Y si Jae no quiere al bebé que viene en su vientre? ¿Si Jae no está listo y ella lo está presionado? Esos y miles de pensamientos más vienen a su cabeza cada vez que su marido se va a trabajar y ella queda en casa.

Había comenzado a trabajar desde casa ya que había hablado con su jefa sobre su embarazo, por lo que la chica, emocionada como ella, insistió que no volviera a pisar el hospital, que llenara algunos documentos. Y ella tenía que mentirle a su marido diciéndole que la jefa le había dado tiempo en casa porque le había dicho que era la mejor y necesitaba un descanso; claramente Jae le creyó a medias, y no porque fuera una mala pediatra, pero es raro ver a Kim hablando con su jefa. Además, ¿De un día para otro la chica tenía vacaciones de nueve meses? Raro.

Kim suspiró, pasando una mano por su cabello y luego a su vientre, hace una mueca con sus labios– ¿Sabes, mi amor? –dice, acomodándose y pasando una mano por detrás de su cabeza– Yo sería capaz de dejar a Jae con tal de verte feliz –segura, deja que la primera lágrima caiga– Lo amo, es el amor de mi vida, el que más sinceramente me ha amado, pero no dejaré que te menosprecie –asegura, secando sus lágrimas con el dorso de su mano– Aunque no creo que nos abandone, te cogerá cariño, eres su bebé también después de todo –sonriendo con algo de melancolía, acaricia de nuevo su pancita.

Estira su mano, tomando el plátano que estaba sobre la mesa, pelándolo y chorreando chocolate sobre este para después meterlo a su boca. La puerta es tocada y su vista viaja al reloj de pared junto a la barra del bar, tragando de inmediato, y con dolor, la fruta. Jae llegó.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora