Capítulo 49

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Suspiró, pasando su mano por sus cabellos para tirarlos para atrás, jadeando con desespero mientras más lagrimas bajaban por sus mejillas.

Hace tres días que se había confirmado la desaparición de SaeHun y SuJin, su hija y su mejor amiga estaban desaparecidas. No había rastro, una pista o un indicio de dónde pueden estar. Si fue un secuestro o algo más. HyunSik tenía a toda su escuadra buscándolas por las costas, el centro y los rincones más oscuros de Seúl, incluso por las ciudades más cercanas. Mejor es precaverse.

Ella estaba en su habitación, intentando vanamente contactar con Mark. Lo necesitaba, mierda que si lo necesitaba. Su hija, su luz, estaba desaparecida, con ella su mejor amiga y lo único que podía pasar por su cabeza eran uno de los peores escenarios. No contestaba sus llamadas, sus mensajes y mucho menos lo hacía su asistente, era frustrante necesitar que Mark le diera un apoyo emocional básico y que este no estuviera ni cerca para dárselo. Entendía que estaba ocupado con sus nuevos lienzos y nuevos proyectos, pero incluso Mariam, quien tenía mayor peso sobre ella que el mismo Mark, estaba en Corea de nuevo. Estaba junto a HyunSik buscando indicios de su pelirroja y su sobrina, ¿Y Mark? Nadie sabía qué hacer para contactarlo e informarlo de la situación.

Su cabeza era un completo laberinto, tratando de encontrar mejor información, lograr ordenar sus ideas y poder dar con una mísera pista de dónde podría estar su bebé, más nada encontraba. Revisó una y mil veces el teléfono, buscando en sus mensajes con su hija acaso iba a ir con una amiga a casa de esta o algo, pero no encontró nada.

Sintió su mundo caerse en pedazos al verse ella misma en esa situación, atada de manos sin poder ayudar en mucho más que buscar algún indicio de su paradero, su estado le impedía estar en la carrocería, en las calles; "debes calmarte, tratar de encontrarte equilibrada para salir. No es bueno para el bebé que te alteres" fue lo que le dijo Jae esa tarde, cuando iba a subir a una patrulla en busca de su hija. Ella asintió, entendiéndole.

Ahora estaba encerrada en su habitación, tratando de contactar con Mark y de buscar pistas de su hija, en el piso de abajo estaba su madre, su suegra que, gracias al cielo, había llegado con ellas ni bien la noticia le llegó. Estaba con ella desde hace dos días, dos días después de que su hija no llegara de la escuela y su mejor amiga no ingresara con ella misma por la puerta.

Y la señora Lee, igual que ella, buscaban la manera de contactarse con el mencionado ya, pero era imposible.

La puerta fue tocada dos veces, ella solo pudo susurrar un débil "déjame sola, por favor" para secar con su mano las lágrimas que volvían a bajar por sus ojos.

Pero la puerta fue abierta de todos modos, dejando ver a un pelirrojo con una sonrisa melancólica, abriendo sus brazos para poder recibir a una desconsolada SunHe, quien se escondió en su pecho ni bien sintió el cuerpo contrario.

Necesitaba un abrazo en esos momentos.

Suspiró, aspirando completamente el perfume de BangChan, quien la recibía con cariño, dispuesto a ser su soporte. Pero no lo mal entiendan, él venía como refuerzo, apoyo y como lo necesitaran. Él quería ayudar.

|. . .|

Escupió la sangre que la gran cachetada e provocó, viendo con rabia contenida al hombre que caminaba frente a ella, sonriente como si fuera mejor que ella.

Aquel que había intentado más de una vez meterse entre sus piernas, golpear su vientre e intentar sobrepasarse con SuJin, ahora estaba arrebatándole poco a poco las fuerzas que le quedaban. La tenía en el suelo, con sus mejillas coloradas por los fuertes golpes, sus brazos sangrando por las heridas que el látigo, anteriormente usado por el hombre, había dejado. Y ahora estaba pagando, según él, su condena por golpearle al intentar sobrepasarse con SuJin.

–Si tan solo abrieras tus piernas, nada de esto estaría yendo así, ¿Lo sabes? –la muchacha escupió sus pies, mirándole con todo el odio que su persona tenía. SuJin miraba con lágrimas en sus ojos el estado de su tía, amordazada y atada de manos y pies.

–Ya te lo dije, si tengo que morir con tal de que no la toques, lo haré.

–Qué bueno que lo menciones, –el hombre se sentó de cunclillas frente a ella, llevando la punta del látigo hasta su vientre– ¿Sabes cuánto pagan por un feto en el mercado negro?

–Toca de nuevo al bebé, y prometo que no sales vivo.

El hombre se puso de pie, riendo sin gracia. SaeHun pudo actuar con rapidez cuando el hombre alzó la silla en la que minutos antes estaba sentado, interponiéndose entre la niña y el posible golpe. Fue un golpe sordo el que resonó, la silla deshaciéndose en pedazos frente a los ojos dela muchacha, quien veía todo con sus ojos completamente impregnados en miedo. Más cuando el cuerpo de su tía cayó a sus pies, con sus manos cubriéndole el vientre.

Con dificultad deshizo la mordaza de sus labios, bajándola para poder gritar su nombre una última vez, jadeando de dolor cuando el látigo fue a caer esta vez en su espalda. Sus ojos volvieron a impregnarse en lágrimas, sollozando bajo. Con mucho dolor en sus manos, deslizó sus muñecas por el alambre con púas que el hombre había usado para atarla, viendo como estas sangraban.

–Tía... –llamó, gateando hasta dar con el cuerpo débil de SaeHun– Tía, despierta por favor –suplicó, sonriendo casi con melancolía, jadeando con desespero cuando Sae comenzó a toser, levantándose lentamente del suelo, jadeando de dolor. Mierda, su espalda dolía como el jodido infierno.

–¿SuJin? –repitió– SuJin, ¿Estas bien? –la niña asintió, sonriéndole con sus pocas fuerzas y secando sus lágrimas, limpiando después con su camisa la sangre que aún escurría por su cuello y labios, jadeando con dolor al ver su aspecto– No llores... –susurró la mujer, sentándose como pudo para abrazarla– No llores, princesa, ¿Bien? Tus padres y mi niña vendrán por nosotras.

–¿Lo promete? –peguntó débil, y quería, muy dentro de sí, creerle.

Pero ya era una semana dentro de ese infierno, y su madre ni su padre daban señales de estar buscándoles, su tío HyunSik tampoco se había escuchado por la radio que interponía las líneas policiales, la cual YeSung tenía en una repisa, mucho menos había escuchado algo de que su tía volvía a sus andadas. Nada.

–Oh, vamos –el hombre rió sin gracia, acercándose para poder quemar el cigarro en el hombro bastante lastimado de la pelirroja, viendo a esta retorcerse en silencio bajo él– ¿Sigues pensando que esa perra a la que llamas novia vendrá? Créeme, no hay nadie buscándolas. Seguro Mariam ni siquiera sabe que desapareciste, mucho menos está buscándote. Puedo apostar que aún está allá en Chile.

–Sé que mi niña está en Corea, puedo sentirlo. ¡Y te matará cuando te descubra! –el hombre frunció su ceño, tirando la colilla y volviendo a tomar el látigo.

Fueron cinco golpes seguidos en a espalda, muslos y trasero de la muchacha, quien jadeó con dolor, aguantando sus gritos. La niña veía todo con dolor, la impotencia recorriéndole de nuevo, solo entonces vio la solución.

–¡Basta, por favor basta! –gritó, completamente empapada en lágrimas, sintiendo el dolor de ver a su tía en esas condiciones, con su espalda y su cuerpo sangrando a causa de sus heridas– ¡Haré lo que quieras, pero déjala en paz!

Y YeSung sonrió, sintiéndose completamente victorioso.



|. . .|

Para quienes ya leyeron el mensaje de mi perfil han de saber qué sucederá ahora.
Me voy, de nuevo.

Joder, no logré una semana actualizando para volver a caer. Ah... Lo siento.
Las pongo al corriente.

Hoy, para quienes han leído el muro del perfil, tuve que acudir a urgencias porque mis manos estaban, literalmente, inusables desde ayer por la tarde. Inmóviles para ser exacta. Me llevaron y me hicieron tratamiento para moverlas, aunque sea, un poco. Me prohibieron el uso del computador, teléfono, etc, hasta que mis manos se vean mejor y los resultados que debo hacerme den una respuesta clara. Tenía este y otro borrador del libro, el siguiente lo subiré el lunes; y ya los demás tendrán que esperar.

Nos leemos pronto.

-Luke.


Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora