Capítulo 57

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Tocó la puerta de la linda casa, aún con la ventisca de invierno que estaban pasando, era hermosa. La nieve en su tejado, la chimenea prendida y dándole ese toque especial, las luces cálidas desde dentro dejándose ver fuera y el vallado de madera barnizada con una delgada capa de nieve sobre esta.

Una pelirroja con ropas holgadas y un tomate alto despeinado la recibió, abrazándola e invitando a entrar.

Había decidido ir a ver a Sae más seguido, las contracciones se hacían cada vez más frecuentes y más dolorosas, los vómitos ya no eran tanto, pero las molestias con la forma en la que poder dormir cómodamente era una queja diaria de la pelirroja por llamada. Por lo que había preferido cuidar de ella junto a Kim y Sarah, turnándose cuando podían para poder ir a verla, esta vez teniendo a sus dos amigas ocupadas, prefirió ir ella sola a verle y cuidar de su estado.

–Pasa, adelante –hizo una corta venia, entrando y dejando sobre el perchero de la entrada su parca.

Su boca se torció en una mueca cuando el cuerpo de su amiga se arqueó, jadeando por las contracciones que estaban cada vez más seguidas. La abrazó por los hombros y le ayudó a reincorporarse.

–Hannie aún no encuentra una posición cómoda –comentó, haciendo reír un leve a su amiga.

– ¿Morgan te dejó algo de comida? –preguntó, viendo esta vez a su amiga torcer sus labios.

–Sí, dejó algo de macarrones con queso y algo de bibimbap, ah, y kimchi –comentó, suspirando al final– Estoy embarazada, pero aún tengo mis manos, ¿Sabes? –con desgana volvió al sofá.

–Iré a calentarlo, ya vuelvo –Sae asintió, viendo a su amiga por la barra de la cocina.

Se enterneció de ver la pancita medianamente más grande que cargaba Sun, como esta, en un acto inconsciente, llevaba su mano derecha al vientre y lo acariciaba al mismo tiempo que caminaba. Morgan le recordaba todos los días que cuando ella hacia eso se le hacía muy tierno y le daba el aire maternal, y ahora comprobaba con sus propios ojos a qué se refería.

–¿Qué hay de ti? –saliendo de sus pensamientos, se acomodó para ver mejor a su amiga.

–¿Qué hay de mi con qué? –preguntó de vuelta, al mismo tiempo que ponía a calentar los macarrones.

–¿Cómo vas con Nathan? –ladeó su cabeza, viendo a su amiga bajar su cabeza levemente.

–Nathan aún no se mueve, pero sé que está despierto, ¡Cada día como más! Y eso no lo hacía antes –aclaró, Sae riendo leve– Además, aún le quedan unos meses.

–Es increíble, ¿No? –Sun ladeó esta vez su cabeza.

–¿El qué?

–Creer que hasta hace unos años tú y Mark se odiaban a muerte, se deseaban el fin del mundo mutuamente, y ahora estas esperando un hijo de él y babeas cada vez que te toma la mano o te besa la mejilla, ¿No crees que el mundo es una rueda de la fortuna, Sunnie?

–Algo –alzó sus hombros– Pero creo que lo que sucedió entre Mark y yo se ha ido dando debido a como se ha dado nuestra relación, ¿No crees?

–Empezando por que te acostabas con él creyendo que no era él y que era un tal Mk –hizo comillas en el seudónimo, riendo fuerte cuando Sun le miró sorprendida– Demonios, ¿En serio creíste que no sabía? Querida, lo dijiste mientras dormías.

–Joder –Sun se permitió reír bajo, negando y sirviendo dos platos con macarrones, calentando algo más de bibimbap– Kim no sabe, ¿Verdad?

–Fue quien nos dijo qué sucedía –rió aún más fuerte cuando las mejillas de Sun aumentaron de color– Estaba esperando a que lo confesaras tu solita, pero parece que no quieres hacerlo –se puso de pie, yendo a la barra y sentándose en los taburetes negros.

–Era un recuerdo que no pensaba que fuera de gran... Importancia –suspiró, viendo a su amiga renegar.

–¿Cómo no serlo? Las cosas entre ustedes comenzaron así, ¿No crees que lo más lógico es que sea un momento especial? Dime, ¿No fue entre las sabanas que se enamoraron? –Sun negó.

–Yo no.

–¿Y Mark? –alzó su ceja.

–Mark si, Mark se enamoró de la chica con quien se acostaba y de mi al mismo tiempo, y creó un colapso realmente grande cuando se enteró que éramos la misma persona, ¿Recuerdas?

–Recuerdo haberlo visto perdido en alguna esquina de tu facultad.

–Por eso –rió, dejando dos platos más con bibimbap en la barra– Mark descubrió antes que yo que yo y la chica con quien se acostaba éramos la misma persona.

–¿Y qué hay de esa noche en que te vendieron? Recuerdo que dijeron tu nombre.

–Según él, había tomado una pastilla para olvidar todo lo que hizo esa noche.

–¿Existen?

–Al parecer si, ¿Quieres comprar una? –Sae negó entre risas– ¿Entonces?

–Creo que Kim querrá matarse al saber que pudo haber borrado momentos tan vergonzosos estando ebria –y ahora ambas rieron fuerte.

Pasaron unos cortos momentos en silencio, comiendo de la comida que la novia y prometida de Sae preparó. Volviendo a una charla amena cuando Sun recordó que Morgan no estaba en su casa y que, extrañamente, Sae no había comenzado a regañar por su ausencia.

–¿Dónde está Morgan, por cierto?

–Ah, fue a comprar algunas cosas para la habitación de la bebé, está emocionada por su llegada y está dándole los últimos detalles.

–Eso es muy tierno –Sae asintió, completamente de acuerdo.

Pero toda sonrisa desapareció en el momento en que sintió un fuerte dolor en su columna, tanto que tuvo que erguirse y tomar entre sus manos su vientre. El dolor aumentó y el pánico pronto llegó a ellas cuando Sae sintió el agua escurrir por sus piernas y Sun escuchó el sonido del agua caer.

Sae había roto fuente.

Se miraron a los ojos por eternos segundos, Sae apartando la vista de inmediato cuando un dolor aún más fuerte llegó a ella. La menor no tuvo una mejor idea que llevarla al sofá, poniendo un cojín entre la parte trasera de sus rodillas y su cabeza una vez estuvo acostada. No dudó en correr por el teléfono de la casa.

El timbre de llamada sonó hasta tres veces, y fue solo a la cuarta vez que Morgan respondió la llamada, Sun sentía el aire desvanecerse de sus pulmones con ver a su mejor amiga agonizar en el sofá, pidiendo ayuda para aliviar el dolor.

–¿Cielo? –Morgan habló antes, interrumpiendo a Sun– Cielo, te iba a llamar para preguntarte, ¿Celeste cielo o celeste mar? –el grito al otro lado de la línea asustó a la pelinegra– ¿Cielo?

–Morgan, –otro grito– Morgan, Sae acaba de romper fuente y empezó con las contracciones –y otro más– Mierda, ven rápido. Iré con ella al hospital, te veo allá.

Y cortó. Y Morgan sintió que el aire se escapaba de sus pulmones.

Hannie viene en camino.




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Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora