Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2

Capítulo 26

Entró a su departamento, esperándose encontrarlo solo. Mark había comenzado hace al menos un mes a trabajar en un estudio de arte junto a Jungkook, saliendo de este solo a la hora de almuerzo. En unas cuantas horas.

Suspiró, dejando su bolso sobre el mueble a un lado de la puerta, sobre donde dejó sus tacones antes de poder, finalmente, derrumbarse entre lágrimas. Mordiendo su labio para soltar los lastimeros jadeos.

Estaba perdida. Había perdido su trabajo, y suponía que ahora tenía ciertos puntos menos; antes, teniendo a Mark trabajando y ella en una buena empresa, tenían varios puntos a favor. Ahora solo estaba Mark. Se sentía frustrada, la impotencia carcomiéndole por dentro, sintiéndose completamente atrapada en esos momentos. Estaba sin trabajo, justamente cuando más necesitaba el apoyo del señor Park.

Cubrió su boca con su mano, sintiendo la rabia subir por su sistema, llevándole hasta la habitación en un movimiento inconsciente, donde se dejó caer entre las sábanas de su cama, replanteándose de nuevo un plan para poder ganar. Sabía lo sucio que jugaba la rubia, y ella no iba a dejarse derrumbar por unas jugadas, por muy duras que sean.

Su teléfono sonó en su cartera.

Dudó mucho en contestar. No estaba de mejores ánimos como para poder fingir que estaba bien, mucho menos iba a lograrlo, la verdad. No quería, de verdad, hablar con nadie. Estaba llevando un gran peso sobre su espalda, cargando con la reciente muerte de su mejor amigo, más la pelea de la custodia/adopción de su menor, y, ahora, su empleo. Se sentía como un barco a la deriva, sin saber dónde ir.

Sus manos pasaron por todo el largo de su cabello, sintiéndose nerviosa de repente. Temía por el qué Mark fuera el dueño de la llamada, no queriendo preocuparlo, mucho menos hacerlo salir del estudio por unas lágrimas vagas. Lo necesitaba, sí, pero también necesitaba que él estuviera aun con su empleo. Con miedo, tomó su cartera y sacó el teléfono. Tragó grueso, sintiéndose completamente afortunada y desgraciada en cuanto vio el nombre de su novio en la pantalla.

Cortó.

Simplemente no quería preocuparle, no quería que corriera a donde ella estaba por unas tontas lágrimas, no ahora que las cosas estaban difíciles. Conocía a Mark, y sabía que era capaz de dejar todo lo que estaba haciendo con tal de correr a calmar sus lágrimas. Y ella no quería sentirse una molestia.

Se acomodó en la larga y suave almohada que estaba a lo ancho de la cama King, abrazándola como si esta tuviera el don de poder sacar todos sus miedos de su espalda, suspirando entrecortado al momento en que más lagrimas abandonaron sus ojos, deslizándose en sus mejillas y parando en el almohadón, donde desaparecían. Pronto el aroma a pinos que su hermano siempre cargaba en sus ropas volvió a su nariz. Estaba ahí.

Debía admitir que el chico, en todo el tiempo que ha estado SuJin conviviendo con ellos, he incluso desde antes, siempre solía aparecer cuando más lo necesitaba. A veces, escuchaba a su niña conversar con MinSu en su habitación, sintiendo escalofríos de solo pensar que su hermano aún estaba rondando la tierra, se sentía ciertamente pesado tener que cargar en conciencia que su hermano aun no descansaba. No quería que se fuera, pero en cierto modo, creía que era lo mejor.

Había escuchado a SuJin pedirle que se fuera y descansara varias veces, mas este aún seguía a su lado. Tan terco como siempre.

–Descansa. Todo estará bien... –el tierno susurro, acompañado de la tibia brisa detrás de su oído, provocó un escalofrío en su cuerpo.

Se aferró más a la almohada, sollozando, sintiendo unas manos frías, un tacto casi invisible, sobre su cabeza, sintiendo al mismo una brisa cálida, aun cuando las ventanas de su departamento estaban cerradas. Tenía una mezcla de miedo y amor en esos minutos.