Capítulo 11

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Dos días. Dos malditos días llevaban separados, sin siquiera verse la cara, mucho menos se comunicaban por teléfono.

Aquel era día lunes, y la mujer estaba en la estación de trenes esperando por su madre, quien había prometido ir a buscar a las dos menores para llevarlas en tren. Ninguna de las dos niñas había viajado antes en tren, el padre de SunHe era quien siempre llevaba a SuJin a casa, y siempre era en auto. Y SunHe nunca abandonaba su hermoso descapotable negro.

Una vez divisó la hermosa cabellera castaña y el delgado cuerpo de su madre acercarse a ellas, no dudó en acercarse con una sonrisa y sus brazos extendidos.

Se sentía como una niña pequeña, una pequeña que necesitaba de su mamá, de aquellos abrazos nocturnos en plena tormenta, cuando el monstruo de su cama la acechaba y corría donde ella para que le susurrara un tierno "Todo está bien, no hay nada abajo". Necesitaba sentirla, el cálido abrazo de su progenitora era todo lo que pedía.

Y fue lo que recibió.

La castaña recibió a su hija con sus brazos extendidos, abrazándola con todo el amor que podía darle. Siempre había existido aquella conexión entre ambas, la mujer siempre sabía cuándo su hija la necesitaba.

Y aquel domingo, cuando la llamó, sabía que su reina no estaba bien.

No dudó un segundo en ir ella misma a Seúl, dejando a su marido en casa solo para ir donde su pequeña, estrecharla en sus brazos y hacerle saber que estaba todo bien. Recibiéndola entre sus brazos con aquel característico aroma que la menor siempre reconoció como el materno, sintiendo aquel calor que emanaba de su cuerpo, aquel amor que todas en algún momento necesitaron.

–Yah... Yah... –el susurro en su cuello le provocó una agradable sensación en su piel, las lágrimas cayeron de sus ojos como cascadas.

–Mamá... Esto no está bien... No estamos bien... –había susurrado, sollozando entre versos.

–Deja que el viento se lleve los sollozos –las caricias suaves en su espalda le estaban calmando lentamente. Su madre guardó silencio breves minutos antes de volver a hablar, suspirando– En una relación... Siempre han de haber peleas –explicó– Una relación sin peleas corre el riesgo de explotar.

–Nosotros ya tuvimos muchas... Quiero descansar.

–Lo sé –susurró la mujer– ¿Qué fue lo que pasó exactamente? –preguntó la mujer, acariciando la cabeza en su pecho.

Y entre lágrimas, sollozos y pequeños hipidos, la menor había logrado contarle con detalles lo ocurrido con Mark, el dolor sentido había calado pronto en el pecho de la mujer, ver el rostro empapado en lágrimas de su hija era la peor imagen que pudo haber visto en su vida. Abrazó a su hija, meciéndola entre sus brazos mientras que ella lloraba en su hombro, aferrándose a su blusa.

Una vez el llanto hubo cesado, se separaron lentamente. La menor limpió sus lágrimas con lentitud, sonriendo débilmente.

–Háblalo con él, escapar como lo hiciste no está bien –había dicho su madre, limpiando con su pulgar lágrimas que habían sido abandonadas en su cuello.

–No... Quiero –la menor, aun sintiendo su corazón a mil con solo pensar en Mark, negó su mirada.

–Lo amas.

–Lo hago.

–Una pareja es incondicional, teniéndose en las buenas y en las malas, dándose apoyo mutuo y sosteniendo la mano del otro en todo momento. Hablar las cosas es madurez, comprensión y amistad. Lo que necesita toda relación –la menor suspiró, asintiendo a las palabras de su progenitora.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora