Tomó la cuchara y el pote de helado de menta que su pareja se había dado el tiempo de ir a la tienda a comprar, porque sí, eran las doce de la noche y la menor estaba llorando como desgraciada por el dolor en su vientre, su menstruación había llegado como un completo remolino, un golpe en el estómago, una patada, una puñalada ¡Un jodido desfile de elefantes sobre su vientre! Se sentía morir.
Y como su novio ya tenía conocimiento de su menor, le preparó compresas calientes para su vientre, una taza de té de manzanilla y pasó gran parte de sus lágrimas dándole mimos en exceso. La menor no podía con tanta felicidad y calidez.
Ahora que la menor estaba más calmada, había pedido su amado pote de un litro de helado, chocolate o algo frío pero dulce. Y Mark, como el buen novio que era, había abandonado su pijama, su cama y el amado calor que emanaba su pareja para salir a las frías calles, buscando por al menos media hora, un veinticuatro horas.
Y así es como llegamos a esta dulce escena, donde estaba la menor recostada, como siempre, en el pecho desnudo de Mark, comiendo helado mientras que Mark le cantaba al oído dulces melodías, acariciando su cabeza con una mano, con la otra sostenía la pierna que descansaba en su estómago. Eran simplemente felices en aquella dulce posición, y aunque Mark sabía el frío que estaban pasando, no se molestaba en ponerse de pie para hacer algo al respecto, la menor estaba cubierta por al menos seis frazadas y él podía con todo.
–Gracias –había soltado en un susurro, la menor, acariciando el pectoral de Mark con su mejilla.
– ¿Por qué agradeces, cielo? –Mark detuvo las caricias, ahora bajando a su mejilla.
–Eres tan bueno conmigo... –susurró, mordiendo su labio en un sollozo– Me siento mal al no darte la felicidad que tú me das siempre... –y ahora venía la parte más delicada de su día. Las lágrimas.
–Oh, amor –y Mark siempre sabía qué hacer para calmar esa tormenta dentro– Con solo amarme es suficiente –sonriendo tiernamente a la penumbra, la menor había apagado todas las luces, permitiendo solo el brillo de la luna entrar por el balcón de la habitación– Me haces feliz todos los días, con tus besos, caricias, tus palabras, acciones –besó la cabeza repetidas veces, nombrando todo lo anterior– Solo siendo tú, yo soy la persona más feliz.
–Ay, tonto –y la menor comenzó a llorar, dejando de lado el pote de helado de menta, sin darse cuenta que podía ensuciar el cubrecama, Mark lo detuvo con el pie a penitas– Te amo mucho.
–No tienes la menor idea de cuánto te amo yo, cielo –susurró, tomando entre sus labios los de su menor, subiéndola como acto reflejo sobre ella, sintiendo como las piernas de su menor se aferraban a sus caderas.
Hacía mucho que no probaba tan dulcemente aquellos labios, tan suaves, delicados y perfectos al tacto que él simplemente podría fallecer ahí mismo. Moviéndose tan lentamente, saboreando aun el leve toque a menta de estos, lo salado en las comisuras por las recientes lágrimas. Y más llegaban.
Mark se separó, limpiando las lágrimas con sus pulgares cuando los sollozos le alertaron que no era producto de su imaginación, que realmente estaba llorando.
–Cielo, ¿Qué pasa? –preguntó entrando en pánico ¿Acaso había hecho algo mal? – ¿Por qué lloras? –secando aún más sus lágrimas, sostuvo sus mejillas, encendiendo con una mano la lámpara de noche a su lado.
–Eres tan lindo conmigo. –sollozó, tomando entre sus manos, las muñecas de quien aún posaba sus manos sobre sus mejillas, dejando dulces caricias.
Tan tierna.
Y besando de nuevo los dulces labios de SunHe, Mark sonrió, acunándola cual bebé en sus brazos hasta verla dormida. Mañana era un día difícil para ambos.
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Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2
Ficção Adolescente-Segunda temporada "Amantes enmascarados". La vida de adultos parece ser complicada, comenzando juntos y con el apoyo mutuo de ambos. Pero ¿Será suficiente aquel amor como para soportar las tormentas que les esperan? - Contenido variado, desde las...