Capítulo 25

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Sus manos se sentían frías, como si en el departamento no hubiera el calor suficiente como para pasar el invierno. Estaba, aun así, acurrucada bajo las sábanas de su cama, abrazada al torso de quien estaba cantándole al oído, agradeciendo tenerle a su lado.

Se aferró más al pecho, recordando lo ocurrido hace menos de una hora, tratando de averiguar y calcular un plan más que perfecto para que no le arrebataran de sus brazos a su pequeña. No estaba dispuesta ni mucho menos iba a dejar que se la llevaran, no tenía algunos requisitos, pero eran mínimas, como para ganar la custodia.

Si lo pensaba bien, tenía todas las posibilidades de ganar, es decir; tiene una relación estable con Mark de cinco años, casi seis. Tiene un buen hogar, algo pequeño si pensamos en la reciente mascota, pero aquello podían arreglarlo pronto. Junto a ello, también tenía un buen y estable trabajo, teniendo un sueldo perfecto. En lo único que no ganaba, era en el tiempo que invertía en su trabajo; comenzando a trabajar a las nueve de la mañana y saliendo a las siete con treinta. Pero, igual que el tema de la casa, podía hablar con su jefe y agregarlo pronto.

Suspiró, tratando de mentalizarse con que todo iba a estar más que bien, teniendo que buscar un buen abogado, sabiendo de ante mano a quien llamar. Y seguro se han de preguntar ¿Por qué ella no es la abogada? Fácil, trabajando como tal y peleando por la custodia/adopción no era posible que ella llevara el caso, sería, prácticamente, ilegal. Además, era ella quien será padre legal de la menor, si hacía de abogado, no podría pelear correctamente.

O es el abogado, o es la madre. No podía ser ambas.

– ¿Te sientes mejor? –la mano que antes acariciaba su espalda baja mientras cantaba dulces melodías en su oído le despertó de su plan.

–Sí, estaba pensando solamente –se acomodó, dejando que su cara se ocultara en su cuello– Tengo miedo.

Mark suspiró, besando la cabeza de su novia, tomando entre su mano la contraria, dejándola sobre su pecho antes de continuar– Yo no, ¿Sabes? –la menor suspiró, provocando un escalofrío en Mark– Tenemos todo para ganar, y sé que el departamento no está cerca de algún colegio para SuJin, pero podemos mudarnos con tal de tenerla, además, podríamos adelantar la adopción que venimos retrasando hace unos años. Ambos tenemos buenos trabajos, dinero suficiente para sus necesidades y caprichos –sintió como la menor sonreía y soltaba una tierna risa– No debes temer, podemos ganar y sé que tú lo harás genial manejando el tema; yo estaré contigo siempre, ayudándote –sonrió, tomando con dificultad el mentón de su pareja, alzándolo para poder dejar un casto beso– Tú solo dime que hacer y yo lo haré.

–Gracias... –susurró, besando una vez más sus labios, sonriendo al esconderse de nuevo en su cuello.

Mark sintió de nuevo ese calor que nadie más podría darle, sintiéndose cálido con solo sentir a su menor sobre él, ya sea para bien o para mal, él estaba incondicionalmente para ella. No iba a dejar que les arrebataran el precioso tesoro de sus manos tan fácil.

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Llegó a las puertas de su oficina, sonriendo cuando todos estaban ya en sus lugares listos para poder trabajar. Hoy hablaría con su jefe, pidiendo trabajar desde casa al menos por unos años, hasta que SuJin creciera algo más.

No estaba en malas condiciones como para que su petición fuera denegada, pero si sentía que, si lo hacía, dejaría mal a su equipo, se sentiría culpable.

–Buenos días –saludó, sentándose en el primer asiento, donde siempre había estado. Sonriéndoles a cada uno por igual, recibiendo aquel gesto de cada uno.

–Buenos días, Sunnie –la morena sonrió, acomodando fichas– Hay más casos de divorcios y dos de adopción, ¿Quiere ver las fichas? –SunHe asintió, recibiendo las carpetas que la morena entregaba.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora