Capítulo 8

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La menor estaba frente al pelinegro con un pañuelo, secando aun sus lágrimas y suspirando. El pelinegro miraba a su menor con una clara sonrisa, un hermoso sentimiento creciendo en su interior ¡La menor había llorado por él! Pero no lo mal entiendan, él jamás esperó aquella reacción de ella. Pero estaba feliz, lo había extrañado.

–No... No pensé que volverías –confesó la menor.

–Tampoco pensaba volver –el pelinegro soltó, suspirando.

– ¿Qué? –la menor rápidamente alejó el pañuelo, viendo a Bang con su ceño fruncido– ¿Por qué no?

–Realmente... No tenía mayores motivos para volver, después del accidente todo se hizo complicado para regresar –el pelinegro suspiró, viendo a la bella camarera acercarse.

–Buenas tardes, bienvenidos sean a Lili's food. ¿Qué desean comer? –la rubia estaba junto a ellos, sonriendo amablemente.

–Para mí una porción de rollos de primavera, un jugo de naranja y... una porción de helado, por favor –la menor señaló, sonriendo al finalizar.

–Entiendo –la rubia anotaba todo rápidamente– ¿Qué desea usted?

–Mh... –Bang humedecía sus labios al mismo tiempo que miraba el menú, alejó la vista sonriendo– Quiero un bife, un jugo de sandía y... –pasó una mano por su mentón, viendo el menú de nuevo– Una porción de espárragos, kimchi y también, helado –sonrió– De menta, por favor –aquello ultimo sacó una tierna sonrisa de la muchacha, parecía un niño pequeño.

–Bien, les traemos la orden enseguida.

–Muchas gracias.

La menor vio como la mirada curiosa de Bang recorría el cuerpo de la rubia, frunciendo el ceño dio un golpe en su canilla, haciendo que la vista de Bang volviera a ella. Este último soltó un jadeo cuando el golpe llegó.

–Sucio.

– ¡Los ojos están para mirar! –contraatacó– Además, solo estaba viendo, no es faltar el respeto si no hay malas intenciones de trasfondo –se encogió de hombros– Para cualquiera es un alago que los ojos ajenos se fijen en ti, no de manera sucia, claro.

–Ni di miniri sicii cliri –la menor viró sus ojos, imitando graciosamente a Bang.

–Yah, señorita celos –Bang se permitió reír levemente.

–No son celos –la menor estaba con sus mejillas levemente ruborizadas. ¡Ella no estaba celosa! Ella solo estaba... cuidando, sí, eso.

–Lo que digas –el mayor se dejó caer en su espalda, poniendo sus brazos por detrás de su cuello– Al final de cuentas, estás soltera –bostezó.

– ¿Soltera? –la menor quiso reír– ¿Quién te dijo eso? –preguntó con una ceja alzada.

–Cuando me fui, las cosas con Mark estaban en la mierda ¿No es así? –la menor asintió– Deducción.

–Pues creo que tu "deducción" –la menor hizo comillas– Está mal. –La camarera llegó, dejando todo sobre la mesa. Qué rápido servicio– Gracias.

–Gracias.

–No hay de qué, provecho. –la rubia se retiró con una sonrisa, haciendo una pequeña venia.

Bang dio su primer bocado a todo, gimiendo con satisfacción por lo delicioso. El cocinero tenía una divina mano, sabía exquisito. La menor comía en silencio, bebiendo mientras veía con una ceja alzada lo rápido que comía Bang.

–Bueno, pues ¿Qué fue de ustedes entonces? –preguntó el pelinegro, bebiendo de su jugo mientras la veía y continuaba comiendo.

–Llevamos cinco años de pareja –confesó con una sonrisa tímida, viendo a sus piernas por inercia. Aun parecía irreal.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora