Especial Cuarentena

275 34 4
                                    

Cinco años atrás.

La pequeña SuJin de cortos cuatro años estaba sentada en la alfombra, con sus manitas sujetando sus mejillas y con un tierno puchero en sus labios, viendo a la gran televisión frente a sus ojos, la cual reproducía algún canal infantil que su padre habían puesto para ella.

La lluvia fuera del departamento era fuere, los golpes duros contra el cristal cuando la velocidad de las gotas aumentaba la hacían sobresaltarse en ciertas ocasiones. Le gustaba la lluvia, la hacía dormir con calma, y salir a caminar con lluvia era realmente relajante. Pero la cuarentena no le permitía salir a caminar.

Estúpido virus.

Suspiró, abriendo sus piernas y sentándose, haciendo un nuevo y más pronunciado puchero, acomodando su suéter rosa pálido, jugando con el borde de este. La puerta del departamento se abrió, dejando ver a un pelinegro con sus hebras húmedas, una mascarilla y una mochila colgando de su hombro. Al fin su papá había llegado de la universidad.

Había estado sola los últimos diez minutos, su padre había asegurado que iría a dejar unas cosas a su profesor, y que, por protección, ella debía quedarse en casa, no hacer desorden y no acercarse a las cosas peligrosas. Como una niña buena, acató las ordenes de su padre.

Corrió a los brazos del pelinegro, siendo detenida de inmediato.

–Me daré una ducha, no me toques y no toques los zapatos, guantes ni mucho menos la mascarilla ¿Está bien, dulce corazón? –su padre estaba a un metro de ella, sonriéndole con cariño, estando a su altura. La menor frunció el ceño y asintió, cruzando sus brazos ¡Ya no podía saludar a sus papás como era debido!

Siempre era 'SuJin espera' o 'SuJin no hagas esto' o 'SuJin, no puedes salir porque es peligroso, cielo'. ¡Era un completo fastidio! No podía ir donde sus abuelos puesto que todas las fronteras de las ciudades estaban cerradas para prevenir contagios, con suerte había tenido el tiempo de ver a sus abuelos por medio de video llamadas, y aquello era un completo fastidio.

¡Era una mierda!

Aquella linda palabra la había escuchado de su madre, cuando estaba en la cocina comiendo cereales escondida en el almacén bajo la encimera, estando bastante cómoda había escuchado a su madre gritarle a su papá; '¡Mierda, Mark la niña!' Y, desde entonces, la palabra había sido su favorita.

Claro que después de que la había encontrado había recibido un gran regaño.

Volvió al sofá, sentándose con sus piernas a su pecho, ocultándolas con el gran suéter, bufando y escondiendo entre sus piernas su cabeza. Estaba aburrida del encierro.

Pronto vio a su padre salir de la habitación, vistiendo unos shorts negros y una amplia camiseta negra, no entendía como sus padres podían andar con tan poca ropa en invierno ¡Tan frio! Pero ella había veces en que gozaba modelado sus vestidos. Al final de cuentas, el departamento era lo suficientemente calentito como para modelarle a sus padres sus bellos vestidos.

El chico se acercó a ella, tomándola en brazos y sentándola en sus piernas, la menor se dejó caer en el pecho de su mayor de espaldas, suspirando con pesadez.

–Papá –llamó, el contrario respondió con un 'Hum'– ¿Crees que podamos ir a la feria? –preguntó, sabiendo que probablemente iba a recibir un no. Aun así, el brillo de esperanza no desistió de su dulce mirada.

–Uh... corazón... –Mark suspiró, no le gustaba ver el puchero en los labios de la nena.

–Lo sé, es peligroso –la menor bufó, saliendo de las piernas de Mark con cuidado, bajando de estas para ir así a su habitación. Al menor ahí tenia juguetes.

Mark en estos momentos se estresaba con facilidad. Los trabajos en la universidad se habían vuelto más constantes, las llamadas por las mañanas le quitaban tiempo con su menor y estaba todo el tiempo pendiente de que SunHe estuviera cubierta, llamándola por videos a su hora de almuerzo y descanso, cuidando de ella a la distancia. Y, cada día, siendo más costoso entretener a SuJin.

Habían acordado que él cuidaría a la menor, ya que Mark no tenía trabajo, y ella trabajaría. En situaciones así, es mejor cuidar el trabajo por muy peligroso y riesgoso que sea. Además, sus suegros no estaban en el país y la comunicación con Mark estaba siendo cada día menos como para pedirles ayuda económica. Y claro, la menor odiaba recibir ayuda de sus suegros.

Por aquello mismo, Mark era quien cuidaba de su menor, el orden de la casa y hacía la comida, cuidando siempre de mantener lo infectado lejos del alcance de su niña.

Pero esta parecía perder el color de su mirada, el de sus mejillas y su alegría conforme la cuarentena se extendía. No era la misma de antes, el encierro la estaba afectando.

Era frustrante.

|. . .|

La puerta pintada de color rosa fue tocada dos veces. La menor, quien balbuceaba con su muñeca Barbie, se puso de pie, abriendo la puerta con poca energía. Un sonriente pelinegro se agachó a su altura.

–Amor ¿Te gustaría asistir al hombre dimensión 8d? –preguntó Mark, sonriendo. La menor, confundida, ladeo su cabeza.

– ¿Hombre 8d? –preguntó confundida. Ella conocía el camión 8d, no el hombre.

–Ven, vamos a probarlo ¡Serás la primera! –anunció con una increíble emoción.

–Está... bien, creo –la menor, aun con duda, siguió a su papá de la mano hasta el salón.

Ahí no había mucha diferencia, solo había un gran contenedor de forma ovalada sobre el sofá, podía asegurar que era el cesto de ropa sucia del baño. No entendía nada. Volteó su cabeza en todas direcciones, buscando alguna manera de saber qué demonios estaba pasando.

Palabra aprendida de su padre, obvio.

Su vista recayó en el gran televisor, este estaba abierto en un video de la aplicación YouTube, donde aparecía lo que, suponía, era el inicio de una montaña rusa. Realmente no entendía nada.

–Compre su boleto, jovencita –habló Mark, estando de su estatura y ofreciendo su mejilla con una sonrisa. La menor rió levemente y besó con ternura la mejilla de Mark– Bien, disfrute el viaje.

Su cuerpo fue alzado, poniéndola sobre el cesto, sentándose como indio para estar más cómoda: –Mantener brazos y piernas dentro del asiento, por favor –anunció Mark con un tono gracioso a los oídos de la menor.

Sus manos se aferraron al cesto, temiendo de su caída cuando el objeto con ella dentro fue alzado en el aire. Esto estaba siendo muy emocionante.

Mark puso play al video, y la menor estalló en carcajadas cuando Mark, moviéndose con ella, imitaba los movimientos del video, deteniéndose cuando este lo hacía, saltando y moviéndose con brusquedad cuando doblaba ¡Era como estar dentro del camión 8d!

|. . .|

La puerta de su departamento fue abierta, dejándose ver con pereza en la puerta, sacándose su abrigo, zapatos, guantes y mascarilla. Pasó por el salón, de donde provenían escandalosas risas. Con gran curiosidad, asomó su cabeza a donde estaba el par, sonriendo con extrema ternura cuando los vio.

Mark sosteniendo el cesto de ropa con la niña dentro, imitando ser el juego ya conocido. Era increíble las cosas que llegaba a hacer en cuarentena.

Amaba ver aquellas escenas después de un arduo día de trabajo, donde no hacía más que recibir órdenes, con un dolor incesante en su cabeza por el estrés que le provocaba todo. Pero el solo llegar a su hogar, ver a su novio y su hija jugando así, hacía que todo dolor y malestar se esfumara, dejando solo un bonito sentimiento en su pecho.

Sabía que pronto abandonarían esta cuarentena, que la pandemia acabaría. Pero de momento, su deber era proteger a su niña, proteger a su familia.



|. . . |



Hace unos días, en el anterior libro, mencioné algo acerca de un ultimo especial. No lo publiqué en la novela anterior por obvias razones, por ende, lo tienen acá jaja

Espero les haya gustado.  

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora