Capítulo 58

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Fue sentada con cuidado en la camilla, una enfermera ayudándole con la bata después de haberla desvestido con ayuda de Sun, quien aún estaba con ella. Hace unos momentos les habían dado la noticia que Morgan se había desmayado en su casa tras recibir la llamada y que Mark con Jae la habían ido a buscar después de que la llamaran cientos de veces y esta no respondiera.

–Pondré la epidural, ¿Bien? –la enfermera dijo, esperando a que la chica que estaba en la camilla dijera algo, el grito le confirmó que era necesario.

Aplicó lo antes mencionado, viendo ambas caras de sufrimiento y lamentándose. Esta era la parte que todas odiaban presenciar, cuando la madre llegaba con sus contracciones y había que aplicar la epidural. Era horrible el sufrimiento que estas tenían antes de que su pequeño ángel llegara.

La mujer descansó por momentos breves, suspirando pesado, la chica que aún tenía sus meses de embarazo secó las lágrimas que resbalaban de sus mejillas, apoyándola con caricias en sus hombros. Era tierno, desde cierto punto de vista.

Las puertas fueron abiertas por otra enfermera, entrando con una pelinegra con su respiración agitada y su mirada perdida. Sun se apartó para que Morgan se encontrara con su novia, abrazándola con desespero y besando repetidas veces su cabeza.

–¿Te sientes bien? –preguntó, sintiéndose tonta de inmediato.

–Mejor de lo que estaba antes, sí –asintió, dándole una sonrisa suave a su chica.

Sun abandonó la sala después de desearle la mejor de las suertes, besando su cabeza y vientre, dejándolas solas. Pronto las vio salir de la sala con dirección a otra habitación. Venía el camino pesado, donde Sae sabía iba a quedar agotada.

Una cortina celeste fue puesta sobre su pecho, impidiéndole ver más allá de lo que quería. Morgan estaba a su lado, tomando su mano y con una mascarilla en su cara, su cabello cubierto por un gorro médico azul y su cuerpo cubierto con una bata, también médica y azul.

–Muy bien, Kim SaeHun –una chica, o más bien una mujer, se acercó por su lado izquierdo, poniéndose sus guantes de látex– Soy Jung WheeIn, soy quien atenderá tu parto, ¿Estas bien con ello?

–Por favor –asintiendo, la muchacha cerró sus ojos y se dejó caer en la camilla.

La mujer volvió donde estaba antes. Sae y Morgan escucharon cosas moverse, la menor sentía manos recorrer sus piernas y vientre, no pudiendo ver nada por la cortina.

–Muy bien, señorita Kim –habló la mujer– Podemos ver la cabecilla asomando, necesitamos que empiece a pujar para traer a su niña, ¿Si? –Sae asintió– A la de tres.

Morgan tomó la mano de su novia cuando el número tres fue dicho, jadeando cuando sintió su mano doler, la muchacha jadeó de dolor cuando la primera punzada se sintió.

Cerró sus puños, gritando de dolor cada vez más fuerte. Se sentía malditamente doloroso, y ahora entendía a que se referían los adultos cuando le decían que, para ser madre, había que pasar el infierno más doloroso antes de tenerlo entre tus brazos. Morgan, milagrosamente, estaba aún a su lado, soportando el dolor que ella misma le provocaba con apretar su mano.

Pero continuó, porque si de algo estaba segura era que, aunque el más horrible dolor se presentara, ella iba a seguir luchando hasta poder escuchar el llanto de su bebé, sentirla en sus brazos, tenerla entre su pecho, sentirla completamente.

–¡Puja más fuerte, SaeHun! –el grito acompañado de más dolor le hizo ver estrellas, se sentía como si estuvieran rompiendo algo dentro de ella.

Y fueron dos horas las que estuvo gritando, sufriendo, antes de poder escuchar el llanto de su hija, escuchar cómo lloraba fue como un alivio, un peso saliendo de sus hombros, escuchando lejano cuando la doctora llamó a Morgan para cortar el cordón. Y cuando la cortina fue corrida para poder ver ella misma a su hija, fue todo lo que necesitó para sentir su alma volver a su cuerpo.

Tomó el delicado cuerpo de la bebé entre sus brazos, apoyando su delicada cabecilla en su pecho, acariciándole con cuidado, bajando sus dedos por su espalda y no creyendo que, de verdad, había dado a luz a tan perfecto ángel. Tan pequeño, tan hermoso y tan delicado.

–Nuestra bebé... –sorprendida, volteó a ver a su novia, quien estaba llorando. Se acercó a ambas, bajando su mascarilla y besando la cabeza de su bebé, abrazando a ambos cuerpos– Nuestra Hannie está ya con nosotros –sollozó aún más, dejando que su cara se ocultara en el cuello de su pelirroja.

Y se sintió vulnerable cuando los ojitos aguados de su bebé le miraron. Y creyó morir en el instante en que la mano de su bebé apretó su dedo, tan pequeña apretando su dedo índice. Sae le acarició, besando sus labios y llorando al mismo tiempo. Demonios, al fin tenían a su hija con ellas.

–La llevaremos para limpiarla y vestirla, la traeremos enseguida –la pelirroja asintió, no queriendo dejar a su hija aún, pero dándola a la enfermera para que pudiera vestirla, ella solo quería tenerla en sus brazos.

Porque ya no estaba en su vientre, ahora estaba en sus brazos, podía amarla como quisiera, podía tocarla sin tener su vientre de por medio y adorarla. Adorarla y amarla era todo lo que quería hacer, cuidarla, verla crecer.

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La puerta de su habitación fue abierta lentamente, dejando entrar a sus amigos y a su madre y suegra con mucho cuidado, todos traían ramos de flores, globos y peluches. Enternecieron el corazón de la madre, quien estaba con la bebé en su pecho, comiendo.

–¿Sigue despierta? –fue bajo, un susurro que su madre pudo emitir.

–Despertó hace poco.

–Es tan... –Mark fue interrumpido.

–Pequeña –concluyó Susu, enlazando sus manos– Adorable y delicada.

–Es demasiado tierna –Kim fue la primera en acercarse, acariciando con su dedo la mejilla de la bebé, quien estaba con sus ojos cerrados y tomando leche del pecho de su madre.

Todos se acercaron, formando un circulo alrededor de la cama de Sae, quien pidió amablemente mantener cierta distancia para no sofocar a la bebé. La primera en cargarla, con cuidado y mucho miedo, fue su madre, quien la tomó como si fuera la cosa más delicada del mundo, porque lo es, y la acercó a su pecho, acariciándole la espalda con cuidado. Sus yemas rozando la piel aún rojiza.

Fue así con todos, terminando con Morgan, quien había llegado de las últimas por estar buscándole la comida a su novia. Y mientras todos tomaban al bebé en sus brazos, Sae aprovechó esa instancia de comer un poco de lo que Morgan había traído. Se sintió una mimada cuando su novia la alimentó.

Cuando la bebé calló rendida en los brazos de su madre, todos decidieron que era tiempo de irse, dejar dormir a la madre y la bebé, quedándose Mariam con ella, velando sus sueños, los de ella y los de su princesa.

No, no era una princesa, era una guerrera. Porque, aunque paso por el peor infierno que se puede imaginar después de haber estado un mes encerrada con ese lunático, había nacido sana, sin nada malo. Era una niña fuerte, una guerrera que podía contra todo.

–Te amo. –susurró, besado la cabecita de su hija con amor, acariciándole su manito y sonriendo encantada. Luego besó la frente de su prometida, jurando que no había estado antes tan feliz como ahora.



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Ya nació la beba, falta Nathan ahora :)

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora