Capítulo 23

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Al acabar tan triste ceremonia, había manejado con un semblante serio, casi frio ante la mirada perdida de sus amigas, quienes volteaban a verle cuando esta suspiraba en cada semáforo en rojo. Habían ido las cuatro en el mismo auto, no perdiendo tiempo en traer otro cuando cabían las cuatro dentro. Kim iba a su lado, estando sentada con sus manos en sus muslos, llorando en silencio mientras cerraba sus ojitos. SunHe sintió la necesidad de dar consuelo y sentirlo, tomando la mano de su muslo, uniéndolas en un entrelazado, sintiendo de inmediato como el cuerpo de su amiga se destensaba. Suspiró.

Mariam estaba en la parte de atrás con Sae en sus piernas, quien aún sollozaba en el cuello de su novia, susurrando cosas que solo ella podría entender. Estaban tan mal...

La noche anterior, SunHe no había vuelto a su casa, no queriendo llegar hecha un pañuelo de lágrimas. Durmió en casa de sus amigas, o bueno, intentó hacerlo; las imágenes, las sonrisas, su melodiosa voz repitiéndose en bucle era completamente confuso, difícil de sacar de su cabeza al menos dos segundos, no pudiendo cerrar ojo para dormir, llorando a mares mientras la soledad de la habitación la abrazaba.

Hoy volvería a casa, necesitaba de Mark; escuchar los "Todo estará bien" que su mayor susurraba en su oído después de malos sueños, las caricias en su espalda que detenían las lágrimas, besos en sus mejillas, besos en sus labios, melodías de aliento; Amor.

Detuvo el auto frente a la casa de las dos chicas, lugar donde habían pasado la noche anterior. Kim tampoco había podido volver a su casa, estaban sus suegros, y que la vieran en aquel demacrado estado no estaba en sus planes. La pareja bajó.

–Nos vemos pronto... –había sido como un susurro, casi inaudible y débil; no reconocía a la mujer frente a ella. Mariam estaba realmente destrozada, como todas, la verdad.

La menor asintió, haciendo un sonido con su boca de afirmación, suspirando mientras las veía entrar. Puso de vuelta en marcha el auto, yendo esta vez a casa de Kim, quien aún mantenía su mirada gacha.

–No debemos... No debemos caer, Kim –había dicho, no quitando su mirada del frente– Sabes cómo era él, odiaba vernos así. –reforzó el agarre, sintiendo como el temblor en el cuerpo de su amiga se expandía.

–Pero es difícil no hacerlo... Cuando él era quien mantenía a todas en línea –había dicho con un lamentero suspiro– Será complicado soportar su ausencia.

–Lo será, pero no eternamente... –tomó la mano, deteniéndose frente a la casa– Podremos seguir a delante, con el tiempo los recuerdos no harán más que hacernos sonreír –dijo con una sonrisa, tomando ambas manos y guiándola a los labios propios, dejando un beso– Lo prometo.

No recibió una respuesta verbal, solo un abrazo que la menor había dado en un impulso, rodeando sus brazos alrededor de su cuello, llorando una vez más en la curvatura de este. Se sentía cómoda ahí. Como en su hogar.

Se separaron, SunHe secando sus lágrimas con sus pulgares, sonriéndole con calidez antes de besar sus mejillas.

–Ve dentro, Jae debe estar preocupado y tus suegros no te han visto desde ayer... –sonrió, viendo como su menor asentía.

Soltaron sus manos, susurrando entre sí un "Hasta pronto" antes de que Kim bajara, sonriéndole una última vez y moviendo su mano, entrando a su casa. SunHe solo en ese momento se permitió llorar levemente, soltando pequeñas lagrimas silenciosas, apoyando su cabeza en el manubrio. Esto la superaba.

Alzó su cabeza, escuchando el conocido tono de llamada de siempre, sabiendo que estaba llegando tarde, supuso que era Mark. Y ciertamente, en la pantalla se leía su nombre.

Cortó la llamada. Posiblemente era para saber dónde está y por qué no había llegado a casa anoche, pero ella no estaba de ánimos como para decirlo por teléfono. Era mejor hablarlo en casa.

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Mientras presionaba los botones del ascensor, fue deshaciendo el nudo de sus zapatos, estando cansada de todas las maneras posibles. Su mente se sentía explotada, cansada, pidiendo al menos un par de horas de siesta, desconectarse de todo lo que la rodeaba, abrazarse al torso de su novio, escuchar su melodía dulce en su oído, poder simplemente liberarse entre lágrimas en silencio, siendo acariciada por quien siempre cuidó de ella.

Se deshizo de sus zapatos de gran suela una vez salió del ascensor, tomándolo entre sus manos para poder caminar con comodidad hasta su departamento. Vio a su vecino sonreírle con dulzura, el anciano siempre le sonreía y daba dulces hechos por su mujer, una dulce anciana.

Le recordaban a sus difuntos abuelos.

Muerte.

Parecía que aquella mierda le seguía, llevándose cada cierto tiempo a quienes más apreciaba. Comenzó con su hermano, seguido de su mejor amiga y ex cuñada, le siguieron los padres de su dulce niña de brillante mirada, y ahora a su mejor amigo. Podría apostar que el siguiente era uno más cercano a sus lazos de amigos.

Mark.

Ella se moriría ahí mismo si algún día la vida le fuera arrebatada a su chico, perdiendo el aliento de solo pensar en aquel horrible caso, no pudiendo contener más lagrimas de solo imaginar al de dulce sonrisa postrado en camilla, sin poder respirar, mucho menos moverse. No por favor.

Tocó la puerta blanca de su casa, esperó a que abrieran, más nadie parecía contestar. Intentó una segunda vez, escuchando pasos apresurados desde dentro, pudo ver como el chico de dulce sonrisa mantenía una mirada serie, casi fría mientras abría.

¿Acaso está enojado con ella?

Ella no recuerda haber hecho algo mal, solo no contestó la llamada y anoche había avisado que no llegaría. No dio motivos, pero había prometido darlos hoy, entonces ¿Por qué estaba así?

– ¿Mark? –la menor llamó, tomando la mano del chico, suspirando internamente de alivio cuando la mano fue apresada en un tacto débil, sintiendo en la mirada de Mark que algo no estaba yendo bien.

–Ven.

Se dejó guiar hasta el interior de su departamento, donde pudo ver la conocida hermana de su difunta tía, sonriéndole como si estuviera ganando algún gran premio con solo verle llorar. A su lado, dos personas bastante formales estaban sentadas, uno llevaba una chaqueta negra con las siglas SCM en sus espaldas en color amarillo, bajo esta, la definición. Su sangre se congeló cuando leyó su significado, leyéndose "Servicio al Cuidado de Menores" en sus espaldas. Tragó grueso cuando una mujer bien vestida, ya conocida para ella, apareció a un lado.

–Oh, pero si es Ku SunHe –YaeHye estaba a un lado del alto hombre, quien miraba todo bastante serio– Sabía que había escuchado el nombre de SuJin en alguna parte... –la rubia alzó una carpeta, sonriéndole con arrogancia por sobre la carpeta.

La menor sintió su cuerpo temblar cuando los conocidos papeles de custodia fueron puestos frente a ella, viendo como Mark pasaba su mano por su cara, frustrado obviamente.

Sus ojos se hicieron agua de nuevo, viéndose agobiada con todo esto. No, SuJin no.




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No recuerdo como se llamaba aquella organización a cargo de llevarse a los niños que quedan sin padres o que tienen serios problemas familiares; Si alguien se sabe la sigla correcta, porfa que me lo deje en los comentarios.

Para quien no entendió, están peleando la custodia de SuJin. Se vienen largos capítulos... :)

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora