Capítulo 28

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Acomodó los lentes que colgaban del puente de su nariz, subiéndolos al mismo tiempo que sentía sus hombros ser masajeados, viendo a su lado una deliciosa taza humeante. Mark estaba ahí.

– ¿Vamos a dormir? –preguntó el pelinegro, viendo como su novia no despegaba la mirada de la pantalla.

–No, no tengo ganas de dormir –falso.

Llevaba desde las seis de la mañana en su oficina, después de haber pasado una semana sin empleo, había comenzado ella misma, junto a Hye, a planear más a detalle el juicio. SunHe desde su casa se encargaba de buscar una casa con todos los requisitos que las dos habían pensado, eran los correctos. Hye se estaba encargando de la documentación base, avisándole de cualquier cambio. Hasta el momento, había ido junto a Mark a ver dos casas, no encontrándolas mejores opciones, no como estaban en donde las vio. Tan frustrante.

Por otro lado, Mark estaba bastante preocupado por su pareja, hacía más o menos una semana que la menor estaba teniendo serios problemas de salud, negándolo siempre. Mark sabía que algo no estaba bien. Había veces, frecuentes, donde la menor comía y al menos media hora después salía con rumbo al baño, devolviendo todo de inmediato, pero, aun así, había logrado tener un pequeño bulto en su estómago. Era completamente raro.

No había tocado el tema más de dos veces, no por poco interés, puesto que estaba muy preocupado, pero su menor había comenzado a tener cambios repentinos de humor en tan solo unos días.

–Venga, vamos a dormir –ordenó.

–Que no, joder –y eso era otra cosa. La menor solía maldecir con mayor frecuencia, tener un humor de perros casi a ratos era algo rutinario.

–Irás, te guste o no –Mark fue firme, tomando a su menor de la cintura, subiéndola a su espalda cual saco de papas para ir a su habitación.

La menor bufó, cruzándose de brazos cuando su cuerpo fue puesto en alto. Pero su mueca de enfado cambió drásticamente por una de dolor. Un fuerte e insoportable dolor se había instalado en su vientre bajo, donde el hombro de Mark estaba sujetándola.

– ¡Bájame ya! –gritó, haciendo que Mark alzara una ceja.

–Que terca eres –bufó, afianzando su agarre, sin saber que aquello habían sido como dagas en el vientre de la menor– No irás de nuevo a esa jodida cueva, debes dormir –continuó hablando, cerrando la puerta al salir. Los golpes en su espalda le hicieron fruncir su ceño.

–Mierda, hazlo ya –sollozó, la mirada de Mark pronto reflejó miedo.

Bajó con cuidado a su menor, viendo como esta se desvanecía en sus rodillas, cayendo de inmediato sobre estas, sujetando su vientre con una mueca de dolor. Mark no sabía qué hacer, mucho menos cuando los ojitos de su menor se cerraron, cayendo en el frio suelo ante la mirada asustada de Mark.

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Sus manos temblaban, moviéndose de lado a lado en la habitación, a la espera de que su novia despertara. Había pensado en llamar al médico, pero sus sentidos no reaccionaban completamente, con mucha suerte había mantenido su cuerpo de pie mientras daba vueltas alrededor del cuerpo dormido de su novia.

Tenía miedo.

Él la había dañado, no intencionalmente, pero lo había hecho. Había pasado todo el tiempo que llevaba ahí reprochándose lo sucedido, quizá si había sido algo bruto, mucho como para que su menor hubiera comenzado a sollozar por el dolor. Tenía miedo, miedo de lo que estaba sucediendo con su pareja.

No estaba bien, no estaba para nada bien. No podía comer que vomitaba, no dormía correctamente y mucho menos había comenzado con unos hábitos saludables para ella. Dios, se sentía un pésimo novio ahora.

Llámenlo sentimental si así quieren, pero sus lágrimas escaparon sin aviso cuando recayó en que su menor estaba así estando bajo sus cuidados. Había comenzado con problemas con sus comidas y estaba cada día menor centrada, se sentía un inútil ahora. Había prometido ante su padre cuidar de su hija, pero ahora su menor estaba dormida, después de haber llorado por el incesante dolor en su vientre.

Un quejido le hizo alzar la mirada, secando sus lágrimas de inmediato cuando vio el cuerpo adormilado de su pareja alzarse de las sábanas, viéndole con confusión. No dudó en correr a ella, subiéndose a su cama como un niño desesperado por el calor de su madre en las noches donde los monstruos asechaban su cama.

La menor lo recibió con sus brazos abiertos, riendo tiernamente cuando Mark puso su cara en su pecho, solo en ese momento percatándose de las lágrimas en sus ojos, sus mejillas húmedas y su labio temblando. Alzó su cabeza, viéndole con un puchero cuando Mark trató de bajar su mirada.

–Oh, cielo ¿Por qué lloras? –su tono había sido dulce, calmando los nervios de Mark.

–Siento... Que no te estoy haciendo bien, dulce corazón... –susurró, besando las manos de su novia– Te amo, y no sabes cuánto. Pero estas perdiéndote.

– ¿Perdiéndome? –cuestionó con una ceja alzada– Cielo, no estoy perdida.

–No así, pero estas cada día decayendo más de tu salud, amor... –susurró, sollozando de nuevo– No te he podido cuidar como te mereces, estás enferma y no puedo ayudarte porque no me dices que demonios te pasa. Y justo ahora, acabas de desmayarte por mi culpa ¡Te lastimé! –las lágrimas volvían a caer de sus ojos, sintiéndose importante de nuevo– Eres lo más importante en mi vida junto a SuJin, y no he podido cuidarte como se debe...

Los ojos de la menor se empañaron, impulsando el cuerpo de Mark al suyo, cubriendo a ambos con las sabanas. La cabeza de Mark cayó en su pecho, ella dándole caricias al mismo tiempo que lagrimas salían por sus ojos. Decidió que era momento de tratar bien el tema.

–No sé qué es lo que me pasa, Mark...–susurró, audible a penas para el chico– Es frustrante verte cocinar cosas para mí, y tener que vomitarlas sin poder controlarme... –los masajes lentos en la cabellera del chico estaban causándole sueño, el mismo que había perdido cuando la menor se había desmayado– He notado cambios en mi cuerpo, pero no estoy segura de lo que pienso... Si alivia tu cuerpo y necesidad de protegerme... Mañana después de la visita a las casas, iremos al médico ¿Si? –propuso, esperando respuesta.

–Prefiero que sea antes.

–No podemos, tenemos cita con las propietarias de las casas, además que es muy importante para tener a SuJin con nosotros –recordó, haciendo su tono de voz más suave– Ahora, ¿Podemos dormir? –sonrió suave, sintiendo como la cabeza en su pecho asentía.

Tan cálido...





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Los capítulos dejarán de ser tan seguidos, ahora hay tres historias activas en las que tengo grandes ideas, por lo que estaré intercalando sus actualizaciones. Gracias por el apoyo¡ 

Nos leemos pronto.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora