Capítulo 67

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Después de unos días, alrededor de una semana, Sun ya podía caminar sin la necesidad de estar con Mark detrás de ella. Él había vuelo a su rutina de trabajo, yéndose a las ocho y volviendo a las nueve, con el conocido aroma a pintura sobre él. Ella se encargaba de la labor de madre, cuidando de Nathan todo el día y yendo a por su hija a las cuatro y treinta, había vuelto a la rutina de cuando ella acabó sus estudios y Mark estaba aún en ello.

Tomó el cuerpo de su hijo, sonriendo al ver lo tierno que se veía él con esa ropa. Unos pantaloncillos cortos y un bodi blanco de manguitas decoradas con sapitos.

–Bien, mi amor –dice a su bebé, quien solo hace sonidos raros con su boca, moviendo sus bracitos– Prepararemos comida para que tu hermana coma hoy, ¿Bien? Recuerda que hoy no comerá en la escuela.

El bebé solo sigue haciendo sonidos con su lengua, sonriendo cuando su mamá lo hace. Sun de verdad estaba enamorada de aquel pequeño ser, de su hijo. Era un caos ser madre, lo supo los primeros días; despertar por su llanto porque estaba sucio, tenía hambre o despertaba asustado, darle de comer cada día más veces y a veces sentía la soledad y algo de tristeza cuando su bebé dormía, era una rutina agotadora de cierto modo.

Aunque hoy, increíblemente, el bebé había amanecido con buenos ánimos. Había despertado solito, sin necesidad de soltar alguna lágrima. La chica había ido a buscar las mantitas para hacer el set de lavado, y el bebé despertó sin hacer un mar de lágrimas y gritos. Le dio de comer y luego lo volvió a hacer dormir para poder terminar de ordenar la casa sin tener la preocupación de qué hacer con el bebé. Después lo esperó a que despertara mientras leía en su habitación, bebiendo té. Sae le había dicho que aprovechara esos lapsos para descansar y poder disfrutar, y claro, que aprovechara para dormir. Pero ella no tenía ganas de dormir, por lo que prefirió continuar con su lectura del libro de Romeo y Julieta en la habitación de su hijo mientras bebía té negro.

Y ahora que su hijo estaba ya despierto, se encargó de acondicionarlo para el horrible calor que estaba haciendo en la ciudad, poniéndole ropa fresquita pero no tanto, y poner el aire acondicionado para que el bebé no se molestara o se pusiera a llorar de calor. Lo había amamantado y cambiado, por lo que ahora no tenía muchas más necesidades.

Lo dejó en la mecedora portátil, donde lo movía con la punta de su pie mientras cocinaba, a una distancia razonable y prudente de su bebé. Él solo estaba abrazado al león pequeño que Mark le había dado cuando salieron del hospital, con sus ojos abiertos y dejando ver los hermosos ojos celestes que su padre tenía, había sacado algunos rasgos de su abuelo, y que haya tomado los ojos de su adre era lo más hermoso que vio jamás. Tomó el color de piel y cabello de Mark, los ojos de su padre, la nariz y labios de su novio y casi nada de ella, solo algún que otro lunarcito.

Terminó de picar la carne, poniéndola en la sartén y moviendo con su pie la mecedora. Se sentía una súper mamá con verse en esa posición, manteniendo equilibro mientras cortaba la verdura y cuidaba de su bebé. Puso los vegetales picados junto a la carne, moviéndolos con la espátula y cantándole a su bebé una canción infantil cuando este comenzó a sollozar.

–Vamos, bebe –pidió– No llores, mamá ya casi acaba, solo espera un poquito, ¿Si?

Y el bebé, para su sorpresa, solo dejó de hacerlo, cerrando sus ojitos, moviendo su boquita como si estuviera succionando el pecho de su madre. La chica sonrió.

Tapó la sartén, dejándola a fuego bajo para ir con su bebé, cargarlo en sus brazos, sosteniéndolo con uno y tomando el león con su mano libre. Se sentó con él en el sofá, dejando que el bebé amamantara. Lo meció, sabiendo que su bebé ya comenzaba a querer dormir, aunque no iba a dejar que durmiera mucho más, debían ir con SuJin en un rato más.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora