Capítulo 50

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Bostezó, completamente agotado. Sus manos dolían, su cabeza daba vueltas producto del aroma a pintura de la habitación. Su estómago pedía casi a gritos algo de comida, y sus ojos pedían un descanso por todo el tiempo trabajado.

Llevaba desde las once de la mañana pintando, y eran las nueve de la tarde. Francisca, su asistente, había insistido en que su jefe había pedido más obras para la presentación que estaba cercana a unas dos semanas, y él no se iba a negar. Llevaba trabajando en aquel proyecto sin descanso desde hace una semana y media, desde su última llamada con su novia, y era raro, ¿Por qué? Porque esa noche no tuvo su llamada diaria, tampoco tuvo la que suponía iba a tener en la tarde con su hija, mucho menos tuvo noticias de su novia. Y el día siguiente a ese, su teléfono pasó a ser confidenciado por la muchacha que ahora estaba llevándole algo de café.

–Joven Mark, tome –la sonrisa dulce de la muchacha le hizo devolverla, tomando el café en sus manos y agradeciéndole con un asentimiento y una sonrisa leve.

–Muchas gracias –la mujer asintió, y después de dar el primer sorbo hizo la pregunta de todos los días– ¿Hay mensajes de mi novia, mi hija?

–No, lo siento.

Mark torció el gesto, asintiéndole y sonriendo de inmediato. No quería verse decaído en mitad de un proyecto importante, quería dar lo mejor de sí para poder asegurarles una hermosa victoria y reconocimientos a la empresa latina con la que trabajaban, y lo estaba consiguiendo, pero ¿Qué hay de su felicidad? Aquella que se estaba yendo por el excusado por cada día que pasaba, no tener noticias de su novia, de su hija, de su bebé, de nadie, era doloroso.

Se levantó de la silla donde llevaba casi todo el día, dejando los pinceles y su mandil en el caballete ya vacío, despidiéndose flojo de la mujer, quien asentía sin mostrar signos de querer que se quedara.

Nadie parece quererme cerca.

Entonces una idea apareció en su cabeza. Quería cenar algo fuera de su hotel, y como Mariam se había ido misteriosamente de Chile, sin siquiera avisarle, no podía invitarle. Y se sentía completamente abandonado, no había nadie más que hablara coreano, por lo que solo conocía muy poca gente, por no decir que solo conocía a Fran. Suspiró, girando en sus talones, llamando la atención de la castaña.

–Uhm –pensó un momento, dándose ánimos internos– Francisca, ¿Quieres ir a cenar? Yo invito.

La mujer sonrió sin ser vista, aún de espaldas al hombre. Entonces lo que dijo Yae estaba teniendo algo de enlace, logrando lo que creía imposible: "Trata de meterte con él, consigue una follada si es necesario, pero haz que se olvide que tiene hija y novia. No debe tener contacto con ellas en mucho tiempo, ¿Puedes con eso? Deja que él se te insinúe, no aguantará más de una semana sin su novia." Y tal y como lo dijo YaeHye, no había pasado una semana y Mark ya buscaba de alguien más.

–Me encantaría, joven Lee. –sonrió, regalándole una de sus sonrisas más inocentes, este devolviéndole e gesto.

–No hacen falta formalidades, dime Mark.

–Está bien, Mark. –y se acercó al chico, enlazando sus manos y abrazándose a su brazo, sonriéndole y saliendo de la sala.

Esto estaba yendo completamente espectacular.

Caminaron con dirección al centro de concepción, donde estaban quedándose, yendo a un restaurante cualquiera, solo querían comer. Pidieron algo y cenaron en una plática amena, conociéndose más a fondo, abriéndose al otro, bueno, Mark.

No duró mucho sin pedir un trago, bebiendo frente a la castaña, quien aprovechaba cada trago para darle algo de líquido que Yae le había dado: "Con esto soltará todo, le hará más flexible la lengua. E incluso perderá sus cabales, su cordura, ¿Quién sabe hasta dónde llegue sin su conciencia?".

–Es triste que su novia no le hable –comentó, dejando una nueva gota en el vaso con vodka de Mark.

–Lo sé –dijo, arrastrando sus palabras– Dijo amarme miles de veces, pero llevo una semana sin saber de ella, ¿Sabes? –la muchacha asintió– Hace un año me fui de viaje también, y me fue infiel con su mejor amigo que llegaba de Australia en menos de lo que pensé, ¡Bastó una semana para que se metiera con él!

–Eso es jugar feo –dijo, haciendo un horrible puchero a ojos de Mark, aunque claro, ¿Qué sabes con tragos de más en tu sistema? Ahora hasta le parecía sexy– Con un joven así de dulce, sensible y atento, ¿Quién sería tan desgraciado para serle infiel?

Mark sintió sus mejillas enrojecer cuando la mano de la muchacha apretó su muslo por debajo de la mesa, sonriéndole con inocencia. La apartó con cuidado.

–Ella me ama. –se recordó– Vamos a tener un bebé, y estoy planeando una pedida de mano hermosa –suspiró, con el aire soñador que siempre llevaba encima cuando SunHe aparecía en su mente. La castaña frunció su ceño, "No, no puedes cambar de parecer". Vertió cinco gotas más en el vaso.

–Pero te es infiel.

Y volvió a fruncir su ceño, ¿Le eran infiel? No quería pensarlo, quería confiar en ella como ella confiaba en él. Tomó el vaso de vodka, sintiéndose más ligero, mas... Era una sensación indescriptible, se sentía bien.

Caliente.

La muchacha lo notó, y pagó todo para poder llevarlo hasta su hotel, donde lo ayudó a entrar, a sacarse su ropa y dejándolo solo en pantalones. Sintió el calor subirle por su cuerpo cuando vio el trabajado cuerpo del pelinegro, donde solo supo pesar su pectoral derecho.

Mark se estremeció, llevando sus manos por instinto hasta la cintura de la muchacha. A su mente vino su novia, esas noches donde se amaban sin medir, donde se demostraban cuánto se apreciaban. Esas noches donde hacían el amor.

Sus labios buscaron casi por instinto los labios contrarios, encontrándolos en un tacto dulce, delicado y suave. Sabían a melocotón, dulces.

Masajeó su cintura, sintiendo el cuerpo de su novia estremecerse bajo su tacto, porque era su novia, ella era SunHe. Era su novia, estaba en Corea y podía amarla.

Un jadeo en su cuello le hizo perder sus cabales, su cordura, sintiéndose completamente necesitado de amor cuando la mano de la muchacha desabrochó su pantalón, metiéndose entre sus boxers con completa desesperación, besándolo con brusquedad.

–Oh, Mark –y el gemido fue su última gota.

La empujó a la cama, subiéndose sobre ella. Sobre su novia, sobre SunHe. Mientras que la castaña solo disfrutaba, Mark creía completamente en que su novia estaba debajo de él, gimiendo su nombre por cada beso, mordida y succión.

–SunHe... 

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora