Capítulo 14

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La pareja iba cómodamente de la mano por las frías calles de la hermosa ciudad, helada como un perfecto día de invierno, los parques blancos con nieve y sus faroles decorados por esta misma, viendo pequeños con sus familias disfrutando de la nieve, abrigados y con sus mejillas sonrojadas por el calor que su cuerpo estaba acumulando en su interior.

Mark acercó su rostro al de su novia, dejando un beso corto en sus labios, entrando al mismo tiempo a la bella cafetería donde hace unos años la menor trabajó, saludando con una sonrisa a la dueña del local, esta seguía siendo igual de hermosa que siempre.

–Hola, SunHe –saludó la castaña– Mucho sin verte, pequeña –la señora San sonrió con su característica sonrisa, donde sus mejillas se hacían dos bellas montañas y sus ojos se hacían medias lunas.

–Hola, señora San –la menor, en símbolo de respeto, hizo una venia, volviendo a su posición para besar la mejilla de la mujer– Es un placer volver a verla de nuevo.

–El placer es todo mío, pequeña –su mirada cambió de persona, deteniéndose en Mark– ¿Y quién es este joven que esta junto a ti, preciosa? A quien yo recuerdo tenía una cara bebé, sus tiernas mejilla ¡Oh, como amaba apretarlas! –Mark dejó escapar una sonrisa llena de ternura cuando la mujer dijo aquello– Estas muy delgado, Markie –dijo la mujer, reprochando con la mirada– Te dije que debías comer correctamente –y su mirada volvió donde la menor– Y a ti que debías alimentarlo bien.

– ¡No fue mi culpa!

–Claro que sí, tu no lo cuidas –la mujer frunció su ceño, riendo segundos después– Y bueno, hijos, ¿En qué podemos serviles?

–Veníamos a reunirnos con un amigo, tal vez ya ha llegado –dijo la menor, buscando con la mirada a quien había llamado hace una hora para encontrarse.

– ¿Hablas del pelinegro apuesto del fondo? –señaló, y la menor dejó que una bella sonrisa adornada sus labios– Lleva poco esperando, no ha pedido nada diciendo que espera a su amiga y a un tipo –dijo encogiéndose de hombros– ¿Pedirán algo?

–Preferimos hablarlo con él, llamaremos a una de las chicas de ser así.

–Perfecto –la mujer sonrió una vez más– Los dejo entonces –la pareja asintió, haciendo una venia junto a la señora antes de caminar al fondo, donde Bang estaba sentado jugando en su teléfono.

Hace una semana, después de la visita de Mariam y Sae, había hablado con Mark sobre la idea de juntarse los tres y aclarar las cosas. Había sido un completo desastre los primeros días, Mark impregnando su perfume en sus ropas como si fuera de su propiedad, la menor no se quejaba porque, vamos ¿A quién no le gusta que su pareja sea territorial? Y ella se sentía amada en ese sentido, llámenla toxica, pero ella era feliz estando bajo el mando de Mark en aquel momento. Tener el perfume masculino de su novio, usando sus ropas muchas veces, y teniéndolo en la puerta de su oficina para ir a comer e irse a casa era sumamente agradable.

Las guerras de miradas que tenían constantemente los chicos era molesto en su punto, gruñidos graciosos escapando de sus gargantas y algunas veces indirectas que molestaban a quien estaba en medio. Había aclarado frente a ambos sus sentimientos, pero tal parece que ninguno daba marcha atrás.

La pareja caminó a la mesa, siendo Mark quien sujetaba con posesividad su cintura, apegándola mas a su cuerpo y mirando con furia en su mirada a Bang, quien había doblado su cuello para poder verle.

–Hola, Bang –La menor fue quien saludó con una sonrisa, sentándose en el sofá frente a Bang.

–Hola, preciosa –y con su hermosa sonrisa, saludó de vuelta, recibiendo un gruñido de Mark y una leve patada en su pie– Y hola también para ti, señor celos.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora