|Mark, el héroe sin capa|

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"...Es cuando ambos se miran a los ojos que saben que lo lograron, al fin lo habían logrado. Era el momento del paso final..."

La noche en el instituto calló pronto, y la muchacha estaba recién acabando de salir de la estructura, con sus ojos cansados y sus labios abiertos en un bostezo. La tarde con el grupo de estudio que mantenía con constancia se fue yendo lentamente, y ella se había quedado sola en la biblioteca, ¿Por qué? Porque quería seguir aplicándose mejor en sus estudios. Estaba lista para entrar a la universidad, la central. La mejor de las mejores estaba lista para recibirla, pero exigía un porcentaje altísimo para ella, y ella estaba dando todo con tal de poder entrar.

Y por lo que Morgan había dicho antes de entrar al servicio militar, era la universidad de ensueño de cualquiera; comidas exquisitas, habitaciones impresionantemente gigantes, profesores de calidad y muy carismáticos, instalaciones nuevas y muy bien cuidadas. Era la universidad soñada.

Y ella quería formar parte de ella.

Arregla su suéter, jugando con sus mechones que estaban por delante de sus ojos, abrazándose después debido al frío de esa noche. Estaban entrando en invierno y todo parecía como si estuvieran en mitad de esta estación.

Escucha el sonido de unos tacones por detrás de ella, y pese a que volteó a ver, no había nada. Pensó en que sería parte de su imaginación, más no fue así. Continúo escuchando aquello hasta que llegó a la parada de buses, donde tomó asiento en la banca que era iluminada levemente por el farol a unos pocos metros.

Tomó su teléfono, dispuesta a llamar a su mamá y avisarle que llegaría algo tarde debido a que el bus tardaba en pasar por la parada, mas este estaba apagado. Genial.

Siente pronto un escalofrío recorrer su espalda y su nuca, el viento, como si de una señal se tratara, le voltea el cabello en dirección a donde una figura, varonil y cubierta por un abrigo gigante, caminaba hacia ella. Su pulso se acelera y sus ojos pronto se empañan en lágrimas.

Se siente como si la pesadilla vivida hace un año volviera a cobrar vida, acosándola después de dos años y aún estar en terapia con el psicólogo, como si todo lo que había luchado se fuera por la mierda cuando observa de reojo al hombre untar un pañuelo con un líquido.

El miedo la consume y no tarda en tomar su mochila y salir corriendo de ahí, no corre, camina rápido para no provocarlo. No sabe si tiene un arma, si tiene algo peligroso con él. Y jadea con alivio cuando una esquina aparece en su camino, es cuando emprende caminata aún más rápido para correr después de doblar.

Quiere gritar, pero sabe que nadie la escuchará, no cuando está entre las tiendas y los callejones están completamente vacíos.

Por un momento, se detiene. Sus piernas suplican momentos de paz para poder descansar de estar corriendo, buscando un refugio inmediatamente detrás de un basurero en un callejón, donde nuevamente intenta prender su teléfono y llamar a alguien, quien sea.

Pero no, este se apaga y con ello, un sonido la delata.

Y no retiene las lágrimas cuando ve la figura que venía persiguiéndola asomar por la esquina del callejón, acercándose a ella mientras una mano abandona el bolsillo, mostrando una navaja fina que se desvaina con presionar el botón. Jadea con miedo, el llanto lo retiene mordiendo sus labios. Y por seguridad, arriesgará si vida.

Toma el valor suficiente, poniéndose de pie y alejándose hasta dar con el final del callejón, el hombre suelta una risa sin gracia y es momento de poner en acción su poco planificado plan. Toma impulso, corriendo directo a donde estaba el contenedor que la había escondido antes, saltando y cayendo de inmediato.

Quédate conmigo | Mark Lee | Libro#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora