Especial San Valentín.

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Para un chico y una chica tumbados en alguna cama contando estrellas.

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—¿Por qué no le regalas unas flores? — dice Gemma — O mejor aún, un ramo de fresas. Halley ama las fresas.

—No creo que sea un buen primer regalo de San Valentín. - digo mordiendo la uña de mi pulgar.

Me encontraba nervioso.

Estúpidamente nervioso.

Nuestro primer San Valentín, me hacía dudar que tan bueno era con las sorpresas. Mis mejores ideas llegaron en momentos inesperados, y tan solo de pensar en el día del amor, ninguna idea viene a mi cabeza.

Solo tenía dos días.

Por eso estoy recurriendo a Gemma como un ratón asustado.

—¡Lo tengo! — grita al teléfono —. Una carta, es muy lindo si la recibes de alguien que quieres.

—¿Una carta?

Un secreto oculto de Lei, es que es una romántica. A pesar de que siempre se muestra segura y fría. En el fondo es tierna y cursi. Sí, cursi.

—No creo que eso sea suficiente. — dudo.

—Mhm... —murmura —. Una cena. Una cena romántica viendo las estrellas junto al mar.

Es una buena idea. A Halley le encantaba ir a la playa, escuchar el mar y recostarse sobre la arena para contar estrellas. Era su plan ideal, nuestro plan ideal.

—Mañana mismo compraré las cosas que se necesiten. ¿Crees que puedas ayudarme a arreglar todo?

—Claro, las personas solteras como yo podemos actuar como cupido ese día.

—Muchas gracias, Gemma. — lo digo en serio.

—Ni siquiera lo digas. La verdad siento que en el fondo te lo debía por aquella vez que aparecí en tu puerta amenazándote con la katana.

Suelto una carcajada.

—Lo merecía.

—Sí, absolutamente lo merecías. — dice riendo.

—Te marco mañana, buenas noches. — digo antes de colgar.

Hace un mes habíamos regresado de Firefly, estábamos de vuelta a Stella City. Pero solo era de momento, afortunadamente para la película que grabamos tendría secuela y nos moveríamos nuevamente.

Era increíble.

Era increíble viajar con Halley, tenerla de compañera de trabajo y verla actuar era sorprendente, escaparnos en los recesos ya se había vuelto nuestra cosa favorita. Y con el simple hecho de dormir con ella sobre mi pecho y despertar con ella a mi lado, era...

Era mi sueño.

Podría parecer simple y aburrido, pero Lei y yo lo hacíamos parecer como algo nuevo, aunque no lo era. Absolutamente en algún lugar de la tierra había cientos de parejas haciendo lo mismo que nosotros: descubriéndose, siendo la motivación uno del otro, cuidándose, pero sobre todo, enamorándose. Estos ocho meses que llevábamos como pareja, eran los jodidos mejores ocho meses de mi vida.

De mi vida con Lei.

No teníamos mucho de estar juntos, y llegar hasta donde estábamos parecía como si hubiera pasado mucho tiempo; aunque en realidad apenas estábamos comenzando. Estábamos aprendiendo uno del otro, teníamos peleas: reconciliaciones, abrazos, pláticas, silencios y besos, muchos besos. Y aun así parecía no tener suficiente de ella.

EXCEPCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora