Prólogo.

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Stella City era creadora de estrellas en ascenso, ciudad de altos edificios; ventanales extensos con vista hacia los cerezos que adornan las calles, el color rosa abundaba para cualquier par de ojos.
Había miles de tiendas de ropa, con aparadores llenos de las más finas telas, brillo emanaba, pues los artistas más famosos vivían en la ciudad. Restaurantes prestigiados, calles repletas de luces al estilo minimalista y finalmente, los anuncios que nunca podían faltar de los rostros más famosos en la ciudad.

El mío, por ejemplo.

Al estar rodeados por montañas lo hacía un lugar místico, tener cerca a Star Mount  lo hacía el lugar perfecto para las estrellas.

El lugar perfecto para señalar estrellas.

Las estrellas te eran dadas ahí, mi estrella estaría ahí.

¿Por qué tener una estrella en el suelo, cuando te podía ser dada en el cielo?

—¡Halley date deprisa! —Ro me sacude por los hombros.

Gruño dejando mi celular —: Deja que McNally aguarde.

—No es solo McNally, la agencia de Sparkly está aquí.

Sparkly era una de las agencias con mayor acceso a la asignación de estrellas. Su número de artistas las tenían gracias a su prestigio.

Salto del asiento re acomodando mi vestido y voy con dirección hacia el ascensor.

—¡Halley! — grita Ro detrás de mí.

—¡No podemos hacerlos esperar! —grito devuelta.

Al entrar a la oficina de McNally, por supuesto no está solo. Hanna se encuentra sentada en uno de los sofás de piel oscura, y en el otro está un chico que ya conozco.

Evan Arwenson.

—Adelante Halley, toma asiento —me indica McNally.

Camino sigilosamente hacia su lado, pero el transcurso puedo sentir un par de ojos mirándome.

—Perdón por la tardanza —termino por decir.

—Hanna vino a ofrecerte un papel, uno muy bueno — asegura.

Miro hacia Hanna y ella mueve sus dedos arriba y abajo en el respaldo del sofá. Intimidante como siempre, tan oportuna.

—Dado que sigues siendo impuntual, McNally sabe acerca de los términos — señala —. Lo único que te interesará saber es qué si aceptas, trabajaras a lado de Evan.

Lo miro de reojo y él también me está mirando, solo que ahora aparece una sutil sonrisa en su rostro.

—¿De qué se trata el papel?

—Una chica linda, muy linda. Qué se asegurará de separar a su amor de otro amor.

—¿Seré antagonista? — pregunto entusiasmada.

Hanna asiente.

Antagonista, amaba serlo.

Tal vez porque la mayor parte del tiempo actuaba como una.
Puedo decir que me pierdo imaginado las escenas hasta que una voz me trae de vuelta.

—¿Y bien? — ahora pregunta Evan.

Su voz, sigue siendo su voz, pero más madura.

—No lo sé, ¿serás buen compañero?

Suelta una pequeña risa.

—Soy un buen bailarín, ¿eso basta?

Sonrío al recordar eso.

—¿Tú lo serás? — pregunta devuelta.

—Yo no hago promesas, solo contratos.

Evan rasca su barbilla como esperando quien de los dos soltara el primer golpe, él no lo hace.

—Te prometo que seré un buen compañero.

Estira su mano y la tomo, aceptando lo que sea que estamos cerrando, aunque no crea en las promesas.

En ninguna.

—Procedamos a firmar el contrato — anuncia Hanna.

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—¡Preparados! — grita el director.

—¿Nerviosa? —susurra Evan a mi lado.

—¿Por qué lo estaría? — relajo mi cuerpo.

—No lo sé, estas apunto de que te bese — dice muy seguro de sí.

Resoplo.

—Tú deberías ser el nervioso aquí.

—Ah, ¿sí? — levanta sus cejas sorprendido.

—Por supuesto.

Se encoge de hombros —:Veamos quién cierra los ojos primero.

—¿Es un reto? — pregunto desafiante.

—¿No te gustan?

Pero antes de que pueda contestar el director vuelve a hablar.

—¡Listos en tres, dos, uno!

La habitación se queda en silencio, mi cuerpo lo siento temblar. Escucho nuestras respiraciones, la mía más irregular que la de él.

¿Estoy nerviosa?

Intento pensar en estrellas, su tamaño, en su color azul, amarillo...
Y justamente cuando quiero nombrar todas las constelaciones Evan toma mi barbilla y con un simple movimiento de su dedo, logra que mire hacia sus ojos marrones que me recuerdan al brillo que las estrellas suelen emitir, puedo ver cierto resplandor. Cierta luz.

—Ahora cierra los ojos — susurra antes de pegar sus labios a los míos.

Y lo hago como cuando se pide un deseo.

Deseando no haber perdido.

Deseando nunca hacerlo contra él.

Deseando que este chico no sea la excepción.

EXCEPCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora