Capítulo 26.

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Todo el camino a casa voy con la mirada hacia el asfalto, no tengo la valentía de mirar hacia adelante. No derramo ninguna lágrima y no logro entender del porqué, es como si la garganta quisiera desgarrármela, pero no hay lágrimas saliendo por mis ojos.

Mi corazón está quieto, como si hubiera dejado de latir.

Como si estuviera dormido.

Solo percibo tristeza, tristeza acumulada por lo que perdí, por lo que tanto anhelé y rogué.

Ahora se había ido.

¿Verdaderamente quería que se quedará?

Llego al loft y al cruzar la puerta voy directo a la habitación de arriba dejándome caer en la cama.
Físicamente sé dónde estoy, pero mentalmente me encuentro perdida en alguna constelación.

Cierro los ojos e intento imaginar que estoy ahí; sin embargo, mi mente toma otro rumbo.

Evan.

Olvidé decirle que me marchaba, ni siquiera pude avisarle con alguien.
Brinco de la cama por el teléfono del buró y marco su número.

No hay respuesta.

- Contesta, contesta - digo para mí.

El teléfono suena, pero Evan no lo atiende.

Resoplo dejándome caer en la cama nuevamente.

Tal vez no sea del todo malo, alguien pudo verme marchar y él lo supo. Tal vez ahora mismo ya esté en su casa compartiendo cama con Nessa.

Agito mi cabeza borrando ese pensamiento y en su lugar corro al baño a tomar una ducha.

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Dejo que el agua caliente se acabe y cuando el agua fría comienza a caer cierro la llave rápidamente. Creí que con el agua las lágrimas caerían, pero no fue así, es como si mi cuerpo se resistiera a derrumbarse una vez más.

Cojo un conjunto de pijama de satín color crema. Conecto la secadora y comienzo a desenvolver mi cabello, termino de alistarme para ir a la cama.

Deshago la cama y me acurruco entre todas las almohadas. Una parte de mí quiere llamar a Gemma y pedir que venga y duerma conmigo, pero eso es imposible por dos razones: primero, pasa de medianoche y segundo, lo que hará es preguntarme el por qué y yo no quiero admitir que tuvo razón.

Estos últimos días estaba acostumbrada a dormir en los brazos de alguien y ahora nuevamente volvería a mi rutina habitual; mirar hacia el techo y ver las pequeñas estrellas hasta caer profundamente dormida.

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- Halley, eres la chica más hermosa que conozco.

Klein lo decía siempre, y me tomaba de sorpresa cuando lo soltaba así de repente, aunque ya sabía que podría soltarlo en cualquier momento.

- ¡Deja de bromear! - golpeó su pecho.

- Es la verdad, lo digo en serio.

Una sonrisa bailó en sus labios. Y yo sin poder evitarlo me lancé hacia él hasta hacerlo caer en la alfombra de la habitación.

- Si soy tan hermosa, ¿por qué no me pides ser tu novia?

Klein se levantó dejando su rostro a un par de centímetros del mío. Me tense de solo pensar lo que escucharía.

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