Capítulo 25.

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Han pasado tres días y Klein no me devuelto las llamadas. Ese día se veía tan herido que la culpa y la vergüenza me acechan.

No debí haber dicho lo que dije, pero lo hice.

Ambos dijimos cosas.

— Semejante idiota. — me digo.

— ¿Te ocurre algo?

Evan se para delante de nuestra mesa con dos vasos de té helado entre sus manos. Me entrega uno de ellos.

— Nada, solo es trabajo, últimamente.

— Ya veo... — toma asiento en la silla de enfrente —  ¿Y que dices si vamos a una pequeña fiesta para aliviar la tensión? 

— No lo creo. — comienzo a negar con la cabeza —. Quedémonos aquí.

— ¿Y beber sólo té?

— Por favor — ruego.

— Vamos Collins, será divertido.

— ¿Y qué pasa con nuestras agencias?

— No nos dirán nada.

— Pero...

— Vamos Lei. — dice casi a modo de súplica.

Desde la escapada a Star Mount nuestras agencias habían dejado de elegir nuestros puntos de reunión. No es como si variáramos mucho, pero mínimo ya no estábamos bajo la misma rutina.

Me gusta bailar, disfruto hacerlo y puede que esta vez lo necesite.

— ¿Me sacaras a bailar?

— Soy un gran bailarín.

— Lo dudo — miento, como si no lo recordará.

— Vamos a la fiesta y te lo demostraré.

Entrecierro mis ojos aun mirándolo y Evan lo imita.

— De acuerdo — termino por decir.

Le tiendo mi mano y él la toma, juntos hacemos el camino hacia su auto aún con nuestras manos unidas. Abre mi puerta como de costumbre, enciendo la radio y todo el camino deja su mano en mi rodilla, solo que esta vez no estoy nerviosa.

¿Se estaba volviendo también una costumbre?

— ¿Y de quién es la fiesta?

— No lo sé, Dean me lo dijo hace varios días.

— ¿Es por parte de tu agencia?

— Es un evento más privado, solo amigos.

Asiento mirando hacia la ventana.

— Relájate, será divertido.

Después de un buen rato en carretera con vista al mar, llegamos a unos kilómetros cerca de la bahía de Long Shine.

Menos mal, si me aburro puedo correr directo a casa.

Entramos a una avenida de casas enormes color blanco como eran usuales en la zona, pórticos alumbrados y autos de lujos estacionados.
La música retumba en mis oídos y puede decir que nos encontramos cerca. La casa es igual a todas las demás solo que esta tiene acceso a la playa. Hombres y mujeres corren en la arena, juegan voleibol; o simplemente charlan con bebidas en sus manos.

— Que casa tan bonita.

— Solo por fuera, por dentro casi siempre es un desastre.

Aparcamos el auto, estoy por abrir la puerta pero Evan me gana.

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