Capítulo 45.

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Algunas veces creemos que nuestra mente toma buenas decisiones, Pero, ¿Cómo podría tomarlas si la mayoría de las veces el corazón no estaba de acuerdo?

En este momento ambos estaban de acuerdo. Decididos.

Nessa y yo estamos paradas a la orilla, justo donde el mar golpea y se acumulan diminutas conchas de mar.

—¿Cómo te la estás pasando?

—Excelente, el lugar es maravilloso — respondo.

Y lo era, Meteor Beach era famosa por su mar de aguas azules, así como también el tren que cruzaba justamente a su alrededor. Era asombroso, desde verlo, hasta escuchar el silbido que emitía cuando el tren estaba por acercarse.

Nessa deja de mirar hacia el mar y ahora me mira. Sus manos toman mis manos, y cuando el viento agita su cabello oculta su mirada. El pitido del tren se escucha más cerca, es eso, o mis oídos dejan de funcionar correctamente cuando escucho esas últimas palabras.

— Sé que Evan aun no habla contigo, pero yo lo haré. — trago—. Gracias por cubrirnos todo este tiempo, pero ya tomé la decisión de aparecer a su lado.

A lado. Su lado.

¿Por qué me parecía un déjà vu?

Estas palabras ya las había escuchado.

Pude haber sujetado mi lengua, mis pensamientos e incluso reprimir mi corazón. Pero no lo hago, porque recuerdo la noche del accidente.

Fui al bar, me bese con un chico y solo esperaba olvidar un momento con el alcohol, pero después... imagine a Evan, imagine que besaba a Evan; aunque sabía que estaba alucinando supe que tenía que hablar con él.
Fue cuando recibí la llamada de cancelación y...

— Me dejaste marchar ebria, esa noche... tú me corriste y sabias de mi estado.

En un parpadear el semblante de Nessa cambia de feliz a temerosa.

— No sé de qué hablas.

— ¡Lo sabes! — aúllo.

— En todo caso yo no tuve la culpa de lo que ocurrió, fue tu culpa por conducir en ese estado.

Mi culpa, pero no del todo. Nunca se deja ir a alguien en estado de ebriedad.

— Me corriste — repito —, me corriste esa noche porque lo sabías.

— ¿Qué sabía? — me reta.

— Que Evan me gustaba — ahora la miro también.

Suelta mis manos.

Nos quedamos en silencio, el aire se siente cruzar entre nosotras inundado mi nariz con olor a sal.

— Nessa, estoy enamorada de él.

Pitido. Pitido. Pitido.

Suelta una risa nerviosa —: ¿Y crees que él lo está de ti?

Trago —: Estoy segura.

Suelta una carcajada.

— ¡Sé perfectamente lo que estoy diciendo! — grito.

— Siempre haces esto. ¿Por qué? ¿Es envidia? ¿Maldad?

— ¿Disculpa? — frunzo el ceño.

— ¿Es eso no es así? — pone las manos sobre sus caderas — Claro. La niña huérfana quiere amor, y como no lo tiene lo roba a otros.

Con eso, siento como si me hubieran golpeado en el vientre, en el pecho, justo donde mi familia tendría que estar.

La niña huérfana, la abandonada.

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