Capítulo 3.

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Mi padre siempre decía que sería una de las más grandes estrellas que adornarían el cielo. Decía que mi talento era innato y por ello sería alagada por todos.

—Si tú madre estuviera aquí, estaría muy orgullosa de ti.

Mamá se había ido hace un año, y ese día por primera vez, había recibido mi primer papel protagónico.

¿En verdad estaría orgullosa?

Ella siempre odio el hecho de que mi padre me arrastro al mundo de las estrellas, o mejor dicho el mundo que te consumía. Pero no era su culpa, en lo absoluto.

—¿Lo dices en serio? — pregunté entusiasmada.

—¿Por qué te mentiría estrellita?

—Mamá siempre decía que este mundo te cambiaba —dije —,como lo hizo contigo papi.

La sonrisa de mi padre se borró de su rostro y rápidamente su semblante se tornó triste.

—Ven aquí pequeña —me senté en su regazo y el olor a alcohol inundó mis fosas nasales.

—Papá... quiero que mami regrese — lágrimas empezaron a recorrer mis mejillas —.La extraño mucho.

—¡Hey! — tomó mi rostro entre sus manos —. Mami regresará, ella volverá con nosotros.

Sorbí mi nariz —: ¿En verdad?

—Te lo prometo, prometo que ella estará devuelta con nosotros.

Lo abracé y le creí.

Creí fielmente en lo que me había prometido. Andrew Collins era conocido por jamás romper una promesa como director, pero ese día lo hizo como ser humano.

Como padre.

Cada día después de ese, preguntaba cuándo cumpliría lo que había prometido.

No respondía.

—¿Hoy volverá?

—Halley ve a tu habitación — ordenó.

—Pero, ¿y mamá?

La puerta de la habitación se abrió y Rosetta entró por ella.

—Llévala a su habitación, haz que se duerma.

Rosetta miro hacia mí y entendía perfectamente esa mirada.

—Vamos cariño, a la cama.

Cogió mi mano y me saco fuera de la habitación. Cuando la puerta se cerró un vaso de cristal se escuchó estrellarse contra la pared.

—¡Papá! — quise volver.

—No, Halley — Ro me detuvo —. Ve a tu habitación, ¡ahora!

Asentí ya berreando.

Mis pies no respondieron, solo me quede ahí intentando entender el comportamiento de mi padre. Intentando saber qué le ocurría. Pasaron seis años y papá cayó en cama; el alcohol resultó vencedor y mi padre solo se convirtió en un perdedor más.

—Prometiste, me prometiste que ella volvería — chille.

—Lo lamento, yo lamento mucho que ella no lo hiciera.

—Papá...

— Saquen a la niña de aquí — pidió el doctor.

—¡No, no! — mis gritos se escucharon por toda la habitación.

—Halley, tal vez tú madre no estará para ti —masculló —. Pero te prometo que yo...

No termino la oración cuando un bip resonó en mis oídos.

—¡Papá! — chille —¡Papá!

—¡Sáquenla de aquí!

—¡Halley! — Rosetta me tomo entre sus brazos.

—¡Papá! — volví a gritar —¡Por favor, por favor no me dejes!

Más que pedir, era una súplica de que se quedara.

No lo hizo.

Desde aquel día aprendí una lección. Aprendí que las promesas no siempre son verdaderas, entendí que la vida me había arrebatado a las personas que más amaba, que aunque habían prometido estar conmigo, ahora ninguno de los dos lo estaba.

—Halley, es hora. — Ro se agachó a mi lado.

La ceremonia de mi padre estaba por comenzar, cientos de coronas adornaban el lugar. Gente que no conocía estaban llegando al velatorio.

¿Lo que estaba sucediendo era real?

Lo era.

—Ro... — carraspee —¿Mamá está aquí?

Ella negó.

Exhale —:Esta bien, no la necesito, yo puedo cuidarme por mí misma.

—Me tienes a mí — tomo mis manos.

—Y por eso sé que no la necesito.

—Susan...

— ¡No quiero volver escuchar el nombre de esa señora!

—¡Halley pero es tu mamá!

—¡Y yo soy su hija! — recalqué.

Ro pareció entender mi enojo, mi frustración, en parte mi rencor.

¿Cómo una niña de doce años se encargaría de toda una fortuna?

De todo un legado.

Supongo que lo hice bien, porque jamás volví a pedirle a las estrellas que mamá volviera, ni mucho menos se lo rogué a mi padre difunto. Yo había cambiado, desde ese día olvide el significado de una promesa.

EXCEPCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora