Capítulo 4.

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Llegando al gran cascarón, no me quedo. Ro sabe que no me gusta estar en esta casa enorme y solitaria, con miles de cuartos y solo gente del servicio. Los chicos tienes sus vidas al igual que Ro tiene a Nessa.

Yo solo los tengo a ellos.

—Piénsalo. ¿De acuerdo?

Asiento.

Me jala para darme un abrazo y yo le respondo, pero no por mucho. Camino hacia mi auto, un Mustang clásico color azul claro que era de mi padre. Solo que este había perdido su color rojo y placas para que los reporteros no lo reconocieran.

—Conduce con cuidado, avísame cuando estés en casa.

—Lo haré.

Voy hacia el camino trasero de la casa, cuando la cortina se levanta, salgo de ese gran dador de recuerdos. Subo la música de la radio y cantando fuertemente me dirijo al lugar que considero mi verdadero hogar.

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Desde los dieciséis años decidí irme de aquella casa que llamaba hogar. Al principio tuve miedo de vivir sola, pero al menos ahora mi lugar era más pequeño y reconfortante.
El Loft está a nombre de Rosetta, era la única manera de que pudiera obtenerlo. Ro acepto no muy convencida al principio, pero entendió que era la mejor forma de volverme independiente. Además, vivir en Long Shine era como tener más aire, cosa que no necesite hasta ahora.

Me estaciono en el aparcamiento y apago el motor.

Tengo un jardín, pero no tan grande, no tengo tantas flores, pero si las suficientes para regar y no será una casa grande, pero es el espacio suficiente para mí. Y lo mejor de todo es que sin ningún recuerdo.

Abro la puerta y dejo las llaves en la mesita de la entrada. Me dejo caer en el sillón, el desván es todo color blanco y mis muebles son en tonos claros a juego con la madera clara. Solo tiene dos pisos, pero es más que perfecto. Me quedo observando la gran lámpara que cuelga.

¿Debería ir a la reunión?

No, no deberías. Se quieren aprovechar como tu supuesta familia.

Me levanto y voy con dirección al baño. Necesito aclarar mis ideas.

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La agencia siempre quiso cambiar el color de mi cabello, decían que las rubias atraían más. Sin embargo, Frank se opuso, decía que su musa pelirroja jamás sería tocada y así fue.

No hasta que la gente comenzó a decir que era pelirroja para llamar la atención, que era una quita hombres. Con mayor razón mi agencia intento cambiar mi imagen, e incluso Frank estuvo de acuerdo. Pero no los deje, aunque muy en el fondo quería ese cambio. Quería ser yo misma, quería ser yo misma al menos físicamente, aunque internamente yo ya me encontraba perdida.

Del cuarto de ropa tomo un pantalón corto y una camisa de tirantes de satín. Seco mi cabello y después me tiro en la cama. Frente a ella se encuentra una gran ventana donde tengo fotografías de mi padre, Rosetta y mías con Gemma o rara vez solo aparezco yo.
Giro mi cabeza hacia el techo y veo las estrellas que hace tiempo coloque. No es que haga gran cosa, porque ya no lo hago; salir a fiestas y liarme con chicos ya no lo encontraba tan divertido. Podría estar aquí tendida solo viendo estrellas en mi techo, mi vida fuera del espectáculo es lo que se cataloga como aburrida. Pero si yo estaba a gusto mirando estrellas, era más que suficiente.

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—¿Y ya lo has pensado?

—No. — Resoplo contra el teléfono —. Gemma por favor, no quiero hablar de eso.

—De acuerdo, ya no diré más al respecto.

Hablar con Gemma era sencillo, ni siquiera tenía que fingir alrededor de ella. Gemma era especial, lo supe el día que nos conocimos en el único instituto al que asistí. Después de eso solo tomé clases particulares.

—¿Y qué tal el trabajo? ¿Qué tal el arte? — la escucho suspirar.

—Lo de siempre, no es como que pueda cambiar algo.

—Puedes cambiarlo, ¿sabes que si necesi...

—No necesito dinero Halley, lo sabes.

—Lo sé, lo siento — lo sabía más que nadie —. Gemma, debo irme, tengo que terminar algunas cosas.

—Sí, claro. — Nos quedamos en silencio —. Y Halley, asiste a la reunión puede ser que esta vez sea diferente.

Cuelga.

Tal vez lo sería o tal vez no, pero sí de algo estaba segura es que Gemma jamás se equivocaba, ella veía el mundo de otra forma y eso era más que suficiente para creer fielmente en su palabra.

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Entro a mi cuarto de ropa y busco lo que me parezca más apropiado para la junta. Estoy nerviosa que creo que las náuseas van aparecer.

El timbre suena y bajo rápidamente con bata y toalla en la cabeza.

—¿Chiquilla, pero tú aún no estás lista? — Ro dice exasperada.

—Pasa, pasa. — subo de nuevo corriendo al piso de arriba con dirección al closet.

—Lei, tengo que hablar de algo contigo, es solo que no sé cómo decírtelo — dice, subiendo las escaleras.

—Esta bien puedes hablarme.

—Yo... bueno — mi alarma suena.

Diablos, vamos tarde.

—¿Debería ir casual o con algún vestido?

—Casual, creo. — hace una pausa. — ¿Halley tienes un minuto?

—Claro, es solo que no encuentro mis botas verdes — aviento zapatos alrededor —. En fin, llevare otros. ¿Qué me decías?

— Nada, solo date prisa — baja dirigiéndose a la pequeña sala.

Cojo una blusa de cuello alto color blanco a juego con unos jeans negros y una chamarra de cuero. Por último, tomo unos mocasines cafés.

—Estoy lista, andando. — termino por poner mis anillos.

—Pero niña, ¿no te piensas peinar?

—A lo natural, vámonos.

Tomamos mi auto con dirección a la otra casa y cuando entramos por detrás, Mick ya nos espera en la camioneta.

Allá vamos.

EXCEPCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora