Capítulo 52.

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— ¿Lista para firmar?

James Reed está sentado justo en frente de mí, su gente se encuentra alrededor, al igual que la mía.

McNally específicamente aferrándose a mi hombro.

— Lista — aseguro.

Una señorita de pelo oscuro me tiende una pluma, yo la acepto y pongo mi firma al final de la hoja.
McNally, firma ahora también como mi representante. Cuando está por terminado la firma de contratos y de demás; comienzan a gritar y aplaudir por la sala.

— Te prometo que, con esta película tu estrella estará asegurada. — James me tiende la mano y yo la tomo sin dudarlo, este era el día.

El día que tanto había esperado.

Minutos después sirven champán y copas se escuchan chocar unas con otras, celebrando un triunfo que aún no es dado.

Después de unos cuántas palmadas y abrazos, Rice se acerca susurrando mi oído —: Nessa está aquí, pidió hablar contigo un momento.

Me giro ahora hacia él —: ¿Qué es lo que quiere?

Levanta los hombros tan confundido como yo, dejo la copa a un lado, me disculpo y salgo del despacho.
Y ahí parada pegada contra la pared se encuentra Nessa esperando afuera de la que era la oficina de Ro, que ahora está repleta de cajas.

— ¿Qué es lo que necesitas? — digo acercándome.

— Vine a recoger pertenencias de mi mamá — enfatiza eso último —. Y a decirte una última cosa.

— Te escucho — pego mi espalda justo del otro lado de la pared.

Ahora estamos frente a frente. De nuevo.

— Felicidades por tu nuevo contrato.

Suelto una sonrisa divertida.

— ¿Eso es lo que querías decirme?

— Después de que te vayas te aseguro que todo volverá a hacer como antes.

— Sí tú lo dices.

— Hable con Evan, lo sabe todo.

Mi sonrisa se borra.

— ¿Qué es lo que sabe?

— Buen viaje.

— ¡¿Qué es lo que sabe? — la jalo por el brazo.

— Que eres una perra manipuladora — escupe.

— No sé de qué estás hablando.

Suelta una sonrisa ridícula.

— Pronto lo sabrás.

Nessa me arrebata su brazo y hace camino hacia el ascensor.

— Adiós.— se detiene en la puerta —. Halley Collins, la estrella fugaz.

Entra al ascensor y las puertas se cierran, en ese momento los teléfonos de la oficina se escuchan sonar, uno tras otro.

Y es cuando recuerdo, recuerdo mi trato con Hanna.

Ese maldito contrato.

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Las puertas de la oficina se cerraron tras nosotras, Hanna tomó asiento en la mesa del escritorio. Estiró sus piernas, y su larga cabellera en ondas la aparto de sus hombros, asegurándome que escucharía cada palabra que estaba por decirle.

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