Capítulo 21.

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Subimos al carro rápidamente, la lluvia cae de manera tan desenfrenada que parece que el cielo caerá en cualquier momento.

— ¡Estás loco si piensas manejar así!

— ¿Piensas que es mejor quedarnos aquí?

— Hay una posada a menos de cinco minutos. Podemos correr y...

— ¿Cómo sabes? — me interrumpe.

— La vi cuando veníamos de camino.

Mueve la cabeza en forma de aceptación.

— ¡Andado Collins!

— ¡Espera!

Y antes de que le diga que tiene que volver a cargarme él ya está afuera asegurando el carro.

No está muy lejos de aquí, puedes hacerlo.

Salgo de carro y doy prisa hacia el refugio.

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— Pudimos haber pagado dos habitaciones.

La habitación es pequeña, sus paredes y pisos están hechos de madera. En el centro está la cama y frente a ella una chimenea; a un lado de la habitación se encuentra un sillón demasiado viejo y podría decir incómodo.

Evan dormirá mejor en el suelo.

— ¿Y hacer un chisme? — le recuerdo —. Dormirás en el suelo estarás bien.

— ¿Suelo? — pregunta sorprendido

Asiento.

— No, no lo creo. Mi espalda me duele por haberte llevado todo el camino. Lo mínimo que merezco es dormir en la cama.

— ¿Y yo que?

— Te toca suelo.

Ni loca, mis pies ardían como si hubiera caminado desde casa hasta acá.

— Compartiremos.

— ¿Segura? — dice sorprendido.

— Soy la persona más segura que conocerás.

— Ya que eres tan segura, asegúrate de no atrapar un resfriado. Cámbiate.

— No tenemos ropa Evan.

— Pues date un baño y envuélvete en una bata. Dejaré tu ropa secar frente a la chimenea.

No muy segura del porqué lo obedezco, tomo camino con dirección al baño.

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La lluvia pega contra la ventana y una suave ventisca se cuela a través de ella. Acomodo mi
cabello en una toalla y me quedo observando las flamas de la chimenea.

¡Klein! ¡Tienes que avisarle!

Y es cuando recuerdo que mi bolso lo he dejado en el auto. Soy un genio.

Suspiro derrotada.

— ¿Todo bien?

Doy un respingo —: Por supuesto, ¿Por qué no lo estaría?

— No lo sé, yo no soy el que tiene el rostro afligido.

— ¡Si claro! — me burlo —. Ya te veré mañana rogando por el perdón de Nessa. Suelto mi cabello de la toalla moviéndolo de un lado a otro.

— Es la persona más comprensiva que conozco. Descuida.

Levanto los hombros.

— En fin, estoy agotada — estiro mis brazos.

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