Capítulo 6.

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Recuerdo perfectamente el día que conocí a Gemma. Solo teníamos cinco años de edad cuando se cruzó en mi vida. Cuando todavía tenía a mis padres conmigo.

Era clase de artes y a cada niño le era asignado unos crayones o acuarelas. Yo odiaba ensuciarme los dedos, así que preferí la primera opción.

—¿Eres tonta o qué? — escuché gritar a Francis a una niña que no tenía mucho de haber llegado.

—¡Los árboles no son de color amarillo!

La niña en el suelo tenía sus mejillas rosadas, en ese momento pensé que era por el calor acumulado en el salón, pero al ver su mirada inmediatamente supe que era vergüenza.

—¡Niña tonta! — Francis arrojó la hoja de su dibujo.

Esa niña más alta que todas, le gritó a la pequeña niña de cabello oscuro y ojos rasgados con lágrimas acumuladas en sus ojos.

No pude resistirme.

—Tú eres la tonta — murmuré.

Francis se giró a verme y ahora su semblante pálido estaba totalmente rojo.

—Es un árbol de limones — dije muy segura —. Pero tú diminuto cerebro no sabe distinguir entre uno y otro.

La niña levanto su mirada hacia mí e inmediatamente limpio sus ojos.
Francis titubeo, pero no contesto. Solo se fue a su asiento a terminar lo que sea que fuera su dibujo. Me agaché y cogí la hoja entre mis manos. En realidad, era un árbol muy bonito, más que el mío debo admitir, pero no lo dije frente a ella.

—No está mal.

No contestó.

—Mi abuela tiene un árbol de limones exactamente igual a este.

Ella abrió mucho sus ojos —: ¿En serio?

—En serio, deberías venir a verlo. Mi casita del árbol está justo al lado.

Ella solo asintió.

—¿Cuál es tu nombre? — pregunté.

Tardó unos segundos en contestar, hasta que respondió.

—Gemma, ¿y el tuyo? — preguntó tímidamente.

—Halley — le tendí mi mano y ella la tomo —. Si quieres que Francis no te vuelva a molestar debes ser mi amiga.

Claro que no tenía que serlo, pero desde pequeña siempre tuve ese instinto de darle órdenes a todo el mundo.

—¿Y si ella me molesta de nuevo?

—Yo te defenderé, de ahora en
adelante serás mi mejor amiga.

Ella se levantó y le tendí su dibujo, pero ella lo rechazó —: Quédatelo, para tu casita del árbol.

Y así lo hice, me lo quedé.

Desde ese día Gemma me dio un dibujo tras otro. Y yo al llegar a casa, le decía a todo mundo orgullosa que yo los había hecho. Supongo que después de eso descubrieron que no tenía dichos dotes artísticos. Pero lo que si notaron es que ya había hecho a mi primer amiga.

La primera.

Desde ese día nos volvimos inseparables, nunca la deje y mucho menos ella me dejó. Nos habíamos convertido en mejores amigas.

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—¿Te volvieron a contactar?

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