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Era temprano, todavía no se dejaba ver completamente el sol en el horizonte, pero yo tenía que estar manejando a estar horas para llevar a mi hermano a laburar.
Poco a poco, me fui acercando y frenando hasta verle en la puerta de la casa de mis viejos, esperando como de costumbre. De lejos, pude verle sonreír antes de despegarse de la pared y salir corriendo hacia acá.
Sonreí también pensando una de mis bromas, comenzando a acelerar cuando se acercaba al auto. Confundido, comenzó a correr detrás de mí pensando que no lo iba a subir, hasta que frené de golpe, asustandolo.
- No tiene ninguna gracia, Bri.
- Dale, era una joda.
- Lo que digas, dale, manejá que llego tarde.
- Como siempre.
- Por quién será.
Sonreí y él negó con la cabeza, desviando su mirada a la ventanilla de mi auto.
Él era mi hermano pequeño, Lautaro. Laburaba como mecánico junto al que  era mi novio, Bruno. Los dos nos parecíamos bastante, aunque cuando nos veías juntos te dabas cuenta de lo diferente que éramos en realidad.
Tenía el pelo castaño, cortado por los lados hasta dejarlo con forma de casco aunque no muy exagerado. Sus ojos eran negros y era alto y delgado.
Yo en cambio tenía el pelo negro, largo y liso y mis ojos eran marrones. Los dos éramos morenos y delgados, aunque él se llevó toda la altura, siendo yo la baja de los dos.
Cómo éramos mellizos, teníamos 23, pero yo nací antes, siendo la mayor. Aparte de nosotros, también teníamos otra hermana pequeña con 10 años sólo y completamente diferente, consiguiendo el rubio de mi madre pero los ojos negros de mi padre.
Por fin, llegamos al taller donde laburaba, abriendo la puerta para salir, despidiéndose con la mano antes de darse la vuelta e irse a saludar a su jefe, que justo estaba en la puerta escribiendo algo en una libreta.
Esperé unos segundos si Bruno salía, pero supuse que aún no había llegado y acabé por marcharme e irme a mí trabajo, es decir, enfermera en el hospital.
Bruno y yo llevamos dos años juntos, conociéndonos cuando yo aún estaba en la carrera, exactamente terminándola.
Nos conocimos en un boliche de fiesta y de ahí hasta ahora. Él tenía el pelo castaño y los ojos negros como mi hermano, aunque no con el mismo corte. Por supuesto, era más alto que yo y más fuerte, haciéndose cargo de la mitad de trabajos fuertes del taller a falta de fuerza por mí hermano.
Al llegar al hospital, aparqué en uno de los sitios libres que había y salí del auto para caminar a la puerta del hospital mientras escuchaba música de mi celular en aleatorio.
Cuando comenzó a sonar "One Million Dollar Baby" de Duki, tuve que parar la música y guardar mis cosas para cambiarme de ropa y comenzar a laburar.
Saludé a mis compañeros de allá y comencé a esperar que las horas pasasen rápido mientras iba de un lado a otro con algunas paradas de descanso cuando nadie me necesitaba.
Para la hora de comer, me quedé con un par de compañeros y después me marché, ya que no tenía más turno que ese hoy.
Volví a subirme al auto, retomando mi música por donde la había dejado. Manejando mientras cantaba, llegué de nuevo al taller, donde me pasaba la mayor parte de mí tiempo por mí hermano o por mi novio.
- Hola.- saludé, entrando y haciendo que mi hermano asomase la cabeza por el lado de uno de los autos que estaban arreglando.- ¿Mucho laburo?
- No, todo piola, ¿Vos?
- Bien igual, ¿Y Bruno?
- Acá.
De repente, debajo del auto que estaba delante de mí comenzó a deslizarse un skate que me dejó ver finalmente a mi novio con toda la cara llena de grasa del auto, sonriéndome nada más verme.
- Pelotudo, podrías haber saludado.
- ¿Y llenarme de aceite la boca? No sé, vos dirás si querés saborear la nafta.
Puse los ojos en blanco y él sonrió, limpiándose la cara con un trapo que guardaba en el bolsillo de su pantalón. Así, no me importó lo manchado que estaba y nos saludamos como debía ser, es decir, besándonos hasta escuchar toser a mí hermano, haciendo reír a Bruno.
- Vos a lo tuyo.
- Ché, que yo soy el hermano, un respeto.
- No se sabe, igual sos adoptado.
- Somos mellizos, Bri.
- ¿Y? Igual yo sí soy de nuestros viejos y vos adoptado.
- Que pelotuda que sos, posta.
Reí y Bruno negó con la cabeza, ignorando las peleas de hermanos para seguir arreglando el auto, esta vez sin esconderse debajo de él.
- Bueno, ¿Hoy no se hace nada?
- No sé, el jefe está re ortiva.
- Un clásico.
- Igual podemos, le oí hablar con su hija así que...
Viendo cómo no tenía nada que hacer allá, mayormente porque yo no sabía de arreglar autos, me senté en una de las sillas de madera vieja que había repartidas por el taller, mirando como ellos laburaban.
- Pibes, escúchenme, hoy salimos antes.- afirmó de repente el jefe, apareciendo a mí izquierda.- Hola, Brisa.
- Hola.
- Dale, termino con este y nos vamos.
Respondió mi hermano, recibiendo una mirada del jefe antes de que se volviese a su oficina.
- Te lo dije.
Afirmó Bruno sonriendo, volviendo después a su trabajo con el auto con el que estaba.
Cuando terminaron, nos despedimos del jefe y subimos los tres a mí auto para manejar a donde solíamos ir.
- Igual, yo tendría que ir de copiloto, soy el hermano.
- Dejate de joder, Lautaro.
- ¿Qué? No he dicho nada malo.
- Lautaro, vos te sentarás acá cuando aprendas a sacar una rueda sin ayuda.
- Sé sacarla, pero no tengo fuerza, gil.
Negué con la cabeza sin dejar de mirar la carretera hasta que por fin llegamos a la pista. Aparqué cerca, saliendo los tres a la vez.
Lautaro se adelantó para saludar a unos chicos que había en la entrada, mientras, Bruno y yo caminábamos juntos con su brazo alrededor de mis hombros. Al entrar, también saludamos a esos chicos que después entraron detrás de nosotros.
Bruno me dejó para irse donde estaba mi hermano, ayudándolo con uno de los autos que estaba allá. Exactamente, su auto.
Mi hermano era un aficionado a todo lo que se refería el automovilismo y sobretodo, a las carreteras. En nuestro barrio justamente, había una de estas carreras ilegales donde le gustaba laburar cuando dejaba el taller.
Al principio lo ocultó por mis viejos, pero yo acabé enterándome y finalmente me convenció para ayudarle. Ahora, mi hermano y mi novio lo mantenían bien o lo mejoraban para luego probar conmigo como funcionaba y a veces, hasta tuve que competir por ellos cuando alguno del equipo fallaba.
- Dale, Bri.
- Voy, voy.
Dejé de mirarles para subirme al auto sin antes no darle un corto beso a Bruno, que acabó por cerrarme la puerta a la vez que yo conectaba la llave.
Como solía hacer, nada más arranqué, puse música para motivarme, sonando una de las canciones de Bad Bunny.
Cuando la velocidad aumentó y había que esquivar los obstáculos que solían ponerme, sonaba Ánimo, de Khea, Duki y Midel.
Acabé frenando derrapando, como siempre le gustaba a Lautaro que hiciese.
- Menos mal que has durado poco, porque mamá me va a matar por llegar tarde a casa.- afirmó Lautaro acercándose a mí, que todavía estaba saliendo del auto.
- ¿Cuánto hice?
- Nada, no pasaste el récord, pero está bien igual.- levanté una ceja y él sonrió.- Quince.
- Malardo.
- Hoy, mañana mejor.
Pasó su brazo alrededor de mis hombros, caminando juntos hasta donde estaba Bruno. Le saludé con el mismo beso con el que me despedí antes de manejar y después nos despedimos de los chicos que estaban por allá, yendo a mí auto para esta vez manejar más tranquilos hasta casa.
Primero, dejamos a mi hermano y después fui a la casa de Bruno, aparcando justo en frente.
- Mañana hay una joda.
- ¿Dónde?
- Colta.
- Que paja.
- Dale, será divertido, vienen tus amigos eh.
- Igual creo que tengo turno de noche así que...
- Vos inténtalo, ¿Sí? Así nos olvidamos de las carreras una noche.
Sonreí y él también antes de acercarse a mí y besarme para despedirse. Supongo que siempre podía cambiar turnos con algún compañero.

One Million Dollar Baby (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora